martes, 28 de febrero de 2017

Los veintiocho.

Hola Goliat.
No he mostrado mucho nerviosismo en tu presencia. Creo que no conoces mucho esa faceta de mí. David sacó de mi el nerviosismo e hizo de ello algo maravilloso. Me gustaba cuando me señalaba lo roja que estaba y luego se reía. Echo de menos su portal, su calle del calor. Pero no quiero hablar de David. Me es inevitable no hacerlo porque he aprendido que es más fácil hablar a alguien de otro que hablarle directamente sobre lo que es o deja de ser. Pero no quiero perder la línea. ¿Puedo ser sincera del todo?
Bien, te cuento, ya sabes que los hombres no son lo mío, y que las citas no son mi fuerte, los deconocidos me agobian y el mero hecho de pensar en estar a solas con ellos me llena de miedo. He desperdiciado muchas oportunidades de estar a solas contigo hasta que el destino ha hecho de las suyas.
Mierda. Me acabo de dar cuenta de que nunca has preguntado quién es Goliat. Y no te conozco lo suficiente como para saber si es raro o no, si sospechas o no. Así que lo sabes. Pero lo escondes. ¿Por qué? No eres menos hombre que el resto: hablar las cosas nunca es vuestro fuerte. Vivo con miedo a que se me escape un día. Vivo con miedo de mi propia lengua, de los aleteos de mi corazón de las golpes en el estómago cada vez que ríes, vivo, porqué no vivo, sabiendo que un día no lo aguantaré más y este dique que contengo estallará y todo el río de fingida tranquilidad que hemos creado se ahogará. Ahora me doy cuenta de que mantenemos un secreto, un secreto que no me hace ser la otra, si no que me convierte en una experiencia más. Vivo con miedo, miedo, Goliat, de que un día te eche en cara todo lo que has olvidado y te conquiste gritándote todo lo que me susurraste aquel día, y dueles, me haces doler, como me dijiste que podías hacerme el amor, y no vivo, respira, no vivo porque yo nunca fui de las que callan y se contienen, soy impulsiva, me hiciste fuego y no recuerdas cómo me prendiste. No vivo, Goliat, porque tú no me has  visto crecer. Y todo lo que le echo en cara a David: que no supiera crecer conmigo, lo deseo de ti. Tú ya me ves crecidita, me ves dicharachera y crítica, más mujer, pero a veces quiero que sepas que aprendí a ser esto, que antes yo era inocente y me pasaba las mañanas y las noches leyendo libros de fantasía, a ver cómo te crees si no que soy la literatura que ahora sé. Antes era tonta y no sabía nada de la vida y sin embargo creo que esa chica era más lista que yo. A veces. Vivo con miedo Goliat de quedarme mirando a tus ojos tantos tiempo que al final se me escape la ternura y tú reconozcas lo que siento. Vivo con miedo de no jugar mucho contigo porque no puedo, porque tenemos una barrera invisible que nos protege, que me protege, estúpido Lord, me callo y me muerdo cuando me provocas porque no es la primera vez que se me escapa que tu lengua, juega mejor cuando toca otra. No vivo, Goliat, porque he pensado muchas veces en no hacerte remitente directo, pero ya me he hartado de este silencio. Quiero decirte que eres imbécil y luego reír y cogerte de la mano. Quiero llevarte a ver a Malvina, aunque aquel no es un sitio para hombres como tú, tan libres, tan sonrientes, ignorantes de lo que puede ser la violencia. Me encantaría llevar a David porque sé que actuaría de la manera que espero, que estaría serio y luego me ofrecería su hombro para llorar. Tú te sentarías y me pedirías que la escribiera algo. No actuarías como un fantasma. Y sin embargo tú besarías el suelo donde está enterrado mi ángel, me besaías el vientre, me prometerías el mundo entero. David pisaría el suelo donde me senté después de sangrar. Te estoy haciendo literatura. Me pregunto si también empezó así con David. A él le dije muy rápido que era mi muso, pero creo que ahora es al revés: David es mi sujeto de inspiración y tú eres mi muso. No te recreo pero me obligas a experimentar con lo que pienso. Sois dos tipos tan raros. Qué mal os hubiéseis caído. Si David no se hubiera despedido sin decir adiós sé que ahora sabría de ti, y a lo mejor habría insistido en que os conocierais. Le habría dicho, para convencerle, que también eres escritor, que tienes una mente compleja, que eres una persona divertida y  que le sacaría a reír antes de se diese cuenta de la incómodida de estar conociendo a un desconocido.  Pero si le tuviera en mi vida tú no serías Goliat. No, porque no tendría necesidad de inventarme un nombre para que no se reconociese, David, y tú no serías el gigante que lucha contra él. Yo seguiría locamente enamorada de él y tú serías otra persona maravillosa que no tiene que derribar enanos, ni esquivar piedras. Ojalá me creyese un poco más romántica. Porque pienso, Goliat, que tú que llegaste por casualidad y no te recuerdo, vas a ser quien me haga mujer.
Tengo un montón de cosas que decirte y no te he dicho. Pero vivo con miedo. Vivo con miedo de ponerme a llorar un 16 y contarte todo lo que pasó aquél día, lo mucho que me duele que lo hayas olvidado, lo especial que me hiciste sentir, que me dijste las cosas más hermosas que he oído jamás, que no aguanto este secreto, que no soy yo misma, que quiero darte una bofetada y echarte en cara lo mucho que me has hecho vivir con deseo. Vivo con miedo de que ignores que hiciste todo lo que hiciste porque yo te enseñé cómo había que excitarme.

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