domingo, 29 de enero de 2017

12 de Enero de 1868.

David:
¡La de cosas que han pasado desde la última vez, cielo! Me gustaría contártelas, decirte que de aquí a un tiempo te has ido despidiendo de mí a través de todo lo que es y no es Goliat, contarte que ya no tienes un Goliat y que tú, al igual que él, sois una proyección. Pero no te lo voy a decir.
Quiero, cielo, sin embargo contarte todo lo que he leído desde que empecé a hacerlo, o desde  tu despedida sin adiós. Contarte que vivo en el hilo de tus ojos, como en la canción, y que cada vez se me están olvidando más. Sé que hay cosas que debo recordar, cosas tan adheridas a mi piel, que rebelarme contra ellas es arrancarte y arrancarnos la piel a tiras (y sería tu piel, porque soy tuya, toda tuya, a gemidos, a susurros, revoluciones enteras tuyas).
Quiero, porque puedo, escribirte que no hay mejor escena que la de La piedra lunar cuando Rachel y Franklin se mienten a voces, o mejor, se gritan te quiero una y mil veces, para después salir huyendo cada uno en una dirección. Añadir que el complejo dúo que formaron Dickens y Collins se te enreda en la cabeza hasta apenas diferenciar qué escena es de uno y qué amor es del otro. Que los dos escribieron El callejón sin salida pero los dos recordaban al pobre de Charles cuando le dice a su Lucy que ojalá no fuera Charles, ojalá no fuera un borracho, porque así sería merecedor de su amor. No son como Ángel González ¿sabes? Ángel está hecho de otra tinta, de esa que ha vivido la cárcel pero también un amor correspondido. Y no lo entiendo, de verdad, porque Charles tuvo diez hijos con su mujer y luego dejó de quererla. Así que, querido Dickens, vete de este círculo de lectores realistas porque tú fuiste el más hipócrita. Tu mujer es la señorita Havisham, lo sabes tú y lo sé yo, que mira que escribías muy bien, pero tenías que haberla dejado marchar, no ponerla de fondo en un decorado que no termina de encajar en un Tiempo Díficil que pareces entender y no haces. Luego está la obsesión de Ofelia. Tal vez es porque fueron románticos y eso significaba estar ciego, pero Ofelia nunca se suicida, si no que la matan. Ofelia no muere en ningún río, ni es modelo de Dante Gabriel, ni de Waterhouse, ni de Delacroix, Ofelia está en París, con Esmeralda, esperando a la injusticia, un papel secundario, una atención del director. ¿Me sigues, David? Te estoy explicando toda la literatura que soy, porque en eso te has convertido. No eres un rey, cielo, eres un invento, no eres David, eres la biblia, eres mi religión, te lo repito, todo junto, no eres ningún Dios, no eres David, no eres un Rey, no tienes ningún Goliat, pero eres mi religión. Y aquí te rezo y te adoro y comrpo ramos de margaritas por siete euros y las pongo en la tumba sin lápida que te he construido en mi costado derecho, lejos del corazón para que un hielo no conozca otro. No tienes Goliat, pero cada vez que alguien me cuenta su historia vuelves a encarnar la forma de David, y Goliat crece cual gigante. Aún estoy averiguando si yo soy la piedra o si Goliat soy yo o es sólo otro hombre extraordinario que no tenía que haber conocido. Voy a seguir hablando de literatura ya que es la única pedrada con la que te puedo derribar. Lo único que nunca te conté.
Carmen Laforet me ha enseñado que los vestidos amarillos, las mejores amigas y las tardes de playa, tienen más sentido que la melancolía de un palacete en Barcelona. Carmen tine más metáforas que las que alguna vez pueda llegar a entender. Conan Doyle conoció a la mujer equivocada y ya no se puedo divorciar de ella. Él siempre quiso ser historiador y algunos le compararon con Scott, pero nunca ganó un duro por las historias de batallas que escribió. Él era un hombre de lógica. Tú también. Os parecéis más de lo que crees. No vas a ser un gran historiador pero si encuentras a tu Sherlock vas a pasar a la historia. Bécquer escribe las mejores poesías. No espero que estés de acuerdo pero  leerle es pura poesía sobretodo con su leyenda de los ojos verdes. No me critiques que te oigo desde aquí. Los ojos verdes no fue una poesía. Por eso Bécquer es un poeta, porque hace una metáfora y la alarga y la alarga y se contiene para decir que siempre estuvo enamorado de una mujer que no quiso quererle. Los poetas se contienen y escriben en dos versos lo que los escritores narran en veinte páginas. Por eso él es poeta, aún cuando narra. Luego está esa loca de Pizarnik, que nadie quiere leer pero que todos repetimos, porque el amor es lo que tiene, que de todos menos libre porque nos encierra en una única inspiración: la del ser amado. Ya era hora de hablar de Martín Gaite ¿no? Ella se encierra en su propia literatura y escribe lo que le viene en gana, saltándose la regla de las tres acciones de Aristóteles. Es una cosa que definió Victor Hugo, así que tú hazme caso. Es como si yo ahora me pongo a contar que tengo unas ganas increíbles de pasarme la vida en la cocina con Goliat, y te cuento que quiero besarle el cuello y aprenderme de memoria todo lo que mi cuerpo quiere hacerle para hacermelo por las noches, a solas, cuando los dos batallais lejos. No tiene sentido pero yo tampoco lo tengo. Almudena Grandes será mi alma dentro de veinte años. Me presentaré a un concurso de literatura erótica y ganaré porque voy a contar lo que nadie más cuenta: los sueños de la masturbación femenina. Almudena tiene un vocabulario demasiado exquisito pero que sabe ser vulgar. Yo seré simplemente vulgar y que el vulgo me adore. De los americanos no quiero hablar mucho, solo de Truman Capote y que su expresión de los días rojos no la hubiera dicho si hubiera sido una mujer. Los días melancólicos para una mujer son de color amarillo. De los libros que me han dado miedo tengo que hablar de Joseph Delaney pero ya no puedo leerle porque perdí sus libros en una caminata a la montaña. De los libros que me han hecho llorar siempre pondré a Marina, y tal vez La reina de las nieves, pero aún no lo sé porque no puedo llegar a la última página, la arranqué aposta al recibir tu mensaje. Los libros que he leído un par de veces o más los tengo ya casi olvidados. Zafiro fue siempre el que más leí y el que me enseñó que todos tenemos una banda sonora cuando nos rompen el corazón. La suya fue Hallelujah. Te conté la historia de Gonzalo. Lo grises que son sus ojos. Lo esmeralda, que con el tiempo, se han vuelto. Ojalá le viera más a menudo. ¿Qué más? No sé qué literatura me falta. La erótica. La que le regalé a Jorge antes de que me follara, y la que regalé a Goliat sin saber lo que pasaría. No lo he vuelto a hacer. Escrbir, digo, aunque nos sirve para las dos cosas. No he vuelto a escribir literatura erótica porque renunció a perseguir a otro hombre que sueña con otra. O soy musa o no soy nada. Y ya he sido nada mucho tiempo, date por aludido, tú fuiste el más importante.
Quiero despedirme, diciendo, que este, cielo, es el peor y el mejor de los tiempos. Que te vaya bien con tu musa, gilipollas. Hasta siempre.

lunes, 16 de enero de 2017

El día después de San Esteban.

Ojalá esto fuera una despedida, David. Hace tiempo que no te escribo, desde hace un par de semanas, y vengo a recordarte, que, aunque libre, tengo un poco roto el corazón. Por no decir la confianza. No sé si ha sido volver a soñarte o que finalmente has derribado a Goliat de una pedrada pero las cosas han dado un giro interesante últimamente. ¿Quieres que te cuente? No, claro que no quieres, pero Goliat me ha dicho que las proyecciones no suelen tener esencia o algo así he querido entender yo, y como tú eres mi proyección te cuento lo que me viene en gana, y la gana hace que escuches aunque no puedas y no quieras. Estoy un poco floja en Historia. No me vengas con los bufidos y los toques condescendientes en el hombro, tú me inspirabas historia, tú me contabas historia y desde que te fuiste y no dijiste adiós todas las demás historias pierden interés a mis ojos. Yo quiero que me cuentes por audios eternos lo que es ser Alejandro Magno al mando de la caballeria en la batalla. Quiero que me hables de tu odio a la prehistoria, y de lo que piensas de Egipto, porque no sé qué es lo que piensas concretamente, o si te gustaría recorrer la orilla del Nilo. Seguro que sí, seguro que te quedarías apoyado en cualquier árbol, nunca sentado en el suelo,  sacarías esos horrorosos cuadernos tuyos donde guardabas tus historias y te inspirarías mirando la sombra de tu propia genialidad. Me quedaría en la otra orilla del río solo para poder ver toda la perspectiva de ti en el cuadro de formas egipcias-davidianas. Como te iba diciendo, no se me da muy bien la Historia. Me gustaría que me inspiraras un poco más, deja de escribir sobre el amor y las formas de dormir en pareja y habla más sobre las batallas que no se ganaron y las represiones que nunca acabaron. Tendrías que tener un poco más de verguenza, tú que tanto fardas de comprender las historia y las sociedades, y tan poquito me querías escucharme hablar sobre feminismo y marxismo. Tu Goliat ha esquivado la primera piedra, no sé si la más importante, pero es, desde luego, con la que más confianza ha cogido para creer en su victoria. Creo, sinceramente, que las piedras que le lanzas lleno de ira, rencor y maldad, son las que mejor esquiva porque él no es iracundo ni rencoros ni malo. No está lleno de la maldad que tú desprendías.
Bueno, ¿qué más? Ángel González me ha vuelto a hacer llorar. Es justo, en cierta manera, que me sacara lágrimas delante de toda la clase y que ésta vez me las secara en privado. Aún recuerdo la primera vez que leí un poema suyo. Te lo recité en voz alta y me ahogué en mi boca de la sonrisa tan ancha cuando leí:
[...] ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día [...]
Sí, me hizo llorar, las comisuras de mis ojos se volvieron agua y deslizaron nostalgia y la ausencia de tu correspondencia. ¡Anda que gracioso! No me correspondes en nada. Debí haberlo sabido antes. Nunca me contestas mis correspondencias, por lo que no me correspondes ni poética, ni amorosamente hablando. Pensé en la autencidad de mi amor al leer el poema. Lo leí de espaldas a ti y al girarme sólo quería tu mano en la mejilla secándome lo que ya no desecha, lo que ya no sale de mi cuerpo, porque ya mi cuerpo no es tuyo, ni de Goliat ni de nadie, vuelve a ser mío y ya no quiere llorarse mas. Pero siempre he querido decirte que mi forma de amar era ese poema o tal vez la conciencia de lo poco que éramos comparado con el poema. Siempre he querido decirte que mi mejor declaración fue "Así que sí, lo hago, quererte, digo" porque desde entonces he hecho tantas cosas que quererte es una de más, pero qué una.
Hoy me ha hablado la mitad de la otra y me ha confirmado todo lo que sé desde hace un tiempo. Que Goliat no es malo. Ni aún olvidando, perdiendo, y arrepintiendo llega a compararse con tu maldad. Es tan fresco, abrir una ventana a las seis de la mañana y ver el cielo rojo, respirar el olor de los pinos, cerrar los ojos, sonreír. Es tan libre. Es tan reparador. Como si hurgaran dentro de mí con un atornillador y pusieran a punto los tornillos que están salidos. Es todas esta cosa abstracta que que dice Martín Gaite en Las reinas de las nieves. Es dejarse caer de espaldas. Es un gigante que no muere porque no quiere, porque le alimento en la cueva, porque le ato los pies con cadenas. Es bueno. Y sin embargo, querido David, hay una piedra que consigue cegarle a él y rebotarte y es la del olvido. Me habeís convertido en la espectadora de la batalla, me toca miraros luchar, me tocar ser de segunda. Ya no seré más el árbitro. Aquí no hay un basta que me estás asfixiando, ni para de llorar que me estás quitando la piel a cachos, ni tus uñas en mi espalda haciéndome sangrar. Soy nadie. Soy nada. Soy un abuso. Ninguno me hacéis caso. No existo, no vivo, no libro.
Literatura se me ha dado mejor. Tengo buena nota, más que buena. ¿Qué más?  Me he comprado mucha ropa interior pensando que voy a usarla, y es mentira porque desde aquella lectura erótica en tu casa son pocas las veces que llevo ropa interior. He ido a esta tienda de segunda mano de libros, en la plaza del Dos de Mayo, y me compré de golpe cinco libros. He leído un libro sobre mujeres en la guerra. He soñado contigo, que te llevaba a casa y te cuidaba que te daba un masaje y aún así querías conducir y controlarme y no podías, por fin, por primera vez no podías parar porque te cabalgaba tan duro que estabas en la maldita gloria. He querido, por vez número mil uno, volver a la calle del calor que es tu casa y sentarme a espiarte por la ventana.
No sé qué más, cariño. Hoy le he contado a alguien en voz alta que tuve una experiencia traumática en el sexo, qué eufemismo, y me he acordado de tu mirada dorada. Te he proyectado siendo bueno, y estabas ahí, sonriéndome, como el fantasma de Obi-Wan, apoyándome. Se ha sentido bien decírselo a alguien con la que no soy confidente. Se ha sentido bien contar la historia de Goliat ya que él no la recuerda. A veces quiero ser sincera con él. Entonces me acuerdo de que la sinceridad nos ha matado y quiero que Goliat nos viva más. Le he contado lo que significa para mí. Es una pena. Pero el olvido es lo que más pedía hace años y lo que más recibo y menos quiero ahora.
Hoy dicen que es el día más triste del año. Yo me quedo con Ángel Gonzáez, que ni triste ni alegre, sólo Dios.
(Escucho tu silencio.
                    Oigo
constelaciones: existes.
                        Creo en ti.
                                    Eres.
                                          Me basta).

domingo, 8 de enero de 2017

19 de Agosto de 1620.

Hola David
Goliat se parece cada vez más a ti. Sé que me va a decepcionar igual que tú lo hiciste. Habla conmigo de vez en cuando, sin ton ni son, y yo le hablo porque buscarle es buscarte a ti. No sé cómo van a ser las cosas de aquí a un par de semanas así que prefiero escribirte hoy y recordarte, recordarme, que ahora soy libre. Que tú y yo fuimos dos años pero que éste puede ser el doble. Así que te lo digo por aquí ya que he visto que eres demasiado romántico como para pedirme perdón. No, tú harás una historia de lo nuestro y el rencor te cegará. ¡Tuviste la poca verguenza de negármelo! Jodido David, te conozco, conozco el laberinto de tu mente, y sé que me vas a hacer una historia de traición. Sé que alguna vez una chica te preguntará qué pasó para que te fueras al lado oscuro y le confesarás que "son demasiadas traiciones juntas. Es una historia muy larga, algún día te la contaré" Mírame, sé leerte y llevamos meses sin hablar, sé ponerte voz incluso cuando has cambiado de registro, sé tus miradas y tus sonrisas y los gestos que acompañan a tu palabras. Te comerás tus palabras. Te conozco, y nadie más te conocerá como yo. Ya veremos si opinas lo mismo cuando publique la historia de Jimena. Tú, que fuiste mi inspiración, tú que eres el David prometido. 
Hace poco quise abrazarte más que odiarte. Sé que no fue el mejor de los días para ti. Sé que lo has tenido que pasar muy mal en la universidad. Sé que te habrás vuelto tímido y no habrás podido dormir por las noches. Pero estoy aquí. Fui tu mundo una vez. Visité cada continente, lamí cada trozo de tierra que me tirabas, acaricié cada vaso de agua fría que me entregaste. Fui tu paraíso. Eso lo sé yo y lo sabes tú. Fui con tus neidres, fui con tu hermana. Fui todo.
Goliat cada vez se parece más a ti. A veces desearía no haberme enamorado de ti. Haber sido ella y enamorarme perdidamente del hombre que no me va  hacer daño. Aún así insistes en derribar a Goliat de una piedra. Insistes en existir. Tengo que decirte que es injusto el daño que me has hecho pero que gracias por la experiencia. Ya me sé la lección. Me enseñaste indiferencia. Yo te quise más.

Bueno. Creo que es hora de que te cuente lo que pasó con Jorge. No me sentí suya. Me sentí utilizada. Creí que podría  no dormir con él. Creí que podría mirarle al día siguiente y seguir siendo la impermeable mujer de hierro. Creí lo que he creído con todos los demás hombres. Y sin embargo me senté a la terraza después del último beso que yo le supliqué, sin bragas y en camisón, y mi mente quiso una banda sonora. Es de mala educación no poner una banda sonora al momento en el que tu corazón se estrella contra el suelo. A veces el ruido que hace es demasiado ensordecedor así que hay que sustituirlo, hacer la caída más dulce. Me pasée por la terraza canturreando a Amaral. Cómo hablar si cada parte de mi mente es tuya, y si no encuentro la palabra exacta , cómo hablar, cómo decirte que me has ganado poquito a poco tú que llegaste por casualidad. Lo canté hasta quedarme afónica. Creo que aún seguía borracha. Y dolida. Vi amanecer pero no vi el sol. El Sol estaba a mis espaldas protegiéndole a él. La luna estaba en frente de mí. Me miraba, entera. Supe que iba  a haber un niño. Supe que tendría que abandonarlo. Supe muchas cosas. Crecí tanto esa noche. Supe que estaba más sola de lo que creía, y que había abandonado la literatura por una mentira. Laura me lo dijo una vez. Que antes yo estaba a lo mío, que antes respiraba tinta, pero luego cambié. Llegó el escocés y luego la lujuria. El olvido. Aquélla noche no recordé nada, sin embargo sentí que me olvidaba de algo. Sentí un miedo atroz. Una inseguridad tan profunda como la vida misma. Y luego llegó él, por la mañana, y no me miró a los ojos. ¿Cómo pudo hacer eso? ¿Cómo hacérselo a una inocente? ¿Porqué cambió el juego? No me miró en todo el día, David. Supe, por primera vez, lo que es sentirse nada. Absolutamente nada. Ni compasión, ni perdón, ni arrepentimiento. Fui nada. Yo era una hoguera y sin embargo para él era nada. Yo estaba llena de pensamientos, de arrebatos, de impulsos, de deseos y desordenes, y para él era nada. Pasaron cosas ese día. Fingimos. Se me da muy bien fingir que no me han preguntado qué tal. Y luego llegó la noche. Bebí mucho, David. O no. Pero sé que bebí y estaba triste. Sé que compré por si acaso y él se fue corriendo. ¿Qué te pareció, Jorge? ¿Se puede saber porqué coño preguntarle a ella y no a mí? ¿Porqué a ella? ¡Era yo, tenía que ser yo, lo correcto era yo, a mí! Lo hizo mal, David, Jorge lo hizo fatal. Y sin embargo ahora su dolor está en calma como una balsa. Sé que algún día la indiferencia explotará por su propio peso cuando otro hombre sea bueno conmigo. Entonces pensaré en la injusticia. Entonces le odiaré con más fuerza. Aquélla noche me dejaron sola. Entonces recordé. Recordé por culpa de Jorge. Recordé no por el hecho de haber follado, si no por el vacío de la mañana siguiente. Recordé el maltrato y todos los miedos salieron de nuevo, como si aquéllo fuera la caja de Pandora. No estoy orgullosa de mis lágrimas esa noche. Pero cuando te das de frente con un recuerdo que has olvidado, cuando recuerdas que te dejaron absolutamente sola, cuando recuerdas lo que era temer a un hombre entonces todo se vuelve en tu contra. Lloré hasta la desesperación.
Te acuerdas de que te conté mi secreto ¿verdad? Lo que pasó cuando era niña. Te conté que al principio lo olvidé y que no fue hasta años después cuando lo recordé. No te dije que los recuerdos eran muy difusos. Que recordaba cosas sin sentido. Bien. El día siguiente de perder mi virginidad recordé que no era virgen. Nunca le he dicho a nadie que me sentí poca mujer cuando no sangré, y que menos mujer cuando no me dolió lo más mínimo. Ahora sé porqué no me dolió. Pero esa es otra historia ¿verdad? esa historia que no te conté porque no la recordaba pero ahora ya sí.
Tengo miedo del sur de un hombre. Un miedo que me paralizó tanto que fingí ser igual que siempre.
Asi que, supongo que a pesar de todo, tú estarás interesado en tu enemigo. Goliat.
Soy de Goliat. Nunca fui de Jorge. Pero soy de Goliat porque su sur no me da miedo. Soy suya igual que alguna vez te pertenecí. Es el primer hombre desde que me supe otra.
Ojalá no te hubiera contado nunca mi secreto. Porque de lo que más me arrepiento de aquél día fue de la necesidad de tus palabras, y la formulación de una historia tuya que me calmase.
Te pienso, muchísimo.

lunes, 2 de enero de 2017

Dirty secret.

Hola David
Desde que te conté, bueno a ti y a Malvina, todo lo que pasó desde que no me dijiste adiós pero te fuiste, he encontrado una calma que a veces se hace pesada. Es una calma tranquila, como el balcón de la casa de Olga, o la fila de cipreses que había en Suiza, o cualquier recuerdo que se me venga ahora a la mente:
-Las tardes en la piscina de Aluche
-La calma después de todos los orgasmos que me ha dado tu Goliat
-El silencio de Laura en el autobús de Granada
-El cementerio de San Justo a las tres de la tarde
-El paseo en la casa de Annecy
-Cuando pensé  que Ángel existía de verdad
-El balcón de Cercedilla en el atardecer
Una calma que sólo se apaga cuando ansío más de la vida, más de Víctor Hugo y su manifiesto romántico, más de las mujeres en el renacimiento, o más de Charles en una revolución que nunca fue suya. [...]
¡Hola David! Mira vamos a dejarnos de cursilerías ¿de acuerdo? ya se acaba una fecha y empieza otra y ojalá pudieras verme ahora, no estarías orgullosa de mí pero ¡me da igual! porque yo sí que lo estoy. Creo que si no nos hubiéramos concocido cuando lo hicimos nunca habrías tenido la oportunidad de cortar mis alas porque éstas no estarían pegadas a mi cuerpo con cera, como antes, si no que las habrías admirado, criticado, y dicho en susurros que el hierro no se adhiere a mi piel con la facilidad de la cera. Y a mí me habría importado un pimiento. Pero me cortaste las alas porque vistes que éstas crecían con tanta rápidez que perdía las plumas cada vez que me acercaba a ti, del peso, de lo grande que eran.  Tuve todo un año para conocerte. La gente dice que es imposible conocer a alqguien tan intimamente en tan poco tiempo. Pero no nos conocen a ti a y mí ni las horas que nos pasábamos hablando. Se trata de la lengua.Cambia el tono, corazón.
Mi primer lío fue un escocés. Tenía unos profundos ojos azules y no mucha experiencia. Nos conocimos en la fiesta de cumpleaños de mi, en otro tiempo, alma gemela. No me acuerdo de mucho, sólo que bailé y bebí y abracé mucho a la gente. Bailé un poco con Jorge, y tuve que apartarle de un manotazo. Ya sabes que, aunque a primeros de año era más inocente, siempre he sido más apasionada de lo que me conviene. No reconocí el deseo hasta que empecé a bailar con los hombres. No te rías, creo que ésto se lo conté a Nerea cuando tú estabas delante pero aquella noche no reocnocí que la frase "duro como una piedra" es bastante cierta. Ha sido mi forma de expresión favorita. El mejor preeliminar. El grito de sentimiento más notorio. Porque ¿Cómo despertar el deseo de una mujer que tiene miedo de los hombres? ¿Cómo decirte, David, que desde que te conté mi secreto el baile ha sido mi forma de decirle a los hombres que son míos pero que yo nunca voy a ser suya? ¿Cómo decirte, también, que hasta ahora los hombres eran todos iguales para mí, hasta que llegó tu Goliat?  Nos presentó una chica que desconozco. Y luego nos echaron de la fiesta. Él me cogió de la mano y subió conmigo la escalera. Nunca te fíes de un hombre que no te coge de la mano para subir las escaleras. Sé ese hombre, David, porque te enseñé bien ¿me oyes? Trátala con cuidado, y siempre pregunta antes de hacer algo. Cógele de la cadera y baja la mano cuando ella gima en tu boca. Nunca antes. El escocés me llevó a la calle y no me soltó la mano. Lo siento si estoy interrumpiendo la historia pero hay algo de cada hombre que lo hace único en mi memoria. Normalmente no es su lengua si no un gesto ajeno a la zona oral que no hace ninguno otro. Del escocés recuerdo su mano entrelazada en la mía. No sabía qué estaba haciendo. Yo le dije "¿En serio hemos venido aquí arriba para eso? ¿Ya?" él me dijo que no íbamos a hacer nada que no quisiera. Me pareció tan tierno. Así que me lancé y le besé. Siempre me he separado yo la primera en los besos porque me parecen aburridos. No despiertan nada en mí. No soy chica de besos. Al menos los de algunos. Me dijo que era su primer lío. Y yo pues anda ven, experimenta un poco más. Ay David, si me hubieras visto allí, besándome con el tercer hombre de mi vida rodeada de una multitud. Y el padre de mi amiga diciendo algo así como "Ay la juventud de estos tiempos" Ay, chico, si me hubieras visto en casa de Santos sí que te hubieras escandalizado. El escocés me habló a la mañana siguiente pero no salió nada. El caso es que nos fuimos a casa de este Santos y allí en el salón pusieron música. La prima se puso a bailar encima de un chico, a horcajadas y yo me quedé fascinada. Quise aprender. Santos se ofreció voluntario. No te rías, David, mira que te estoy oyendo. Le bailé a horcajadas durante toda la noche. Yo notaba algo duro al restregarme pero no fue hasta meses después que supe que aquéllo tan duro no era la cremallera de la bragueta. Le cabalgué tanto tiempo que a la mañana siguiente tuve las peores agujetas que recuerdo. Fui muy buena, cariño. No es por fardar, pero creéme cuando te diga que se me conoce por bailar a horcajadas de los hombres en sillas. Fui la morena de Santos, y luego la rubia de la graduación. Me pasaría las fiestas a horcajadas de un hombre, bailando. Bueno, luego bailé con otro muchacho, amigo de este Santos. Se quiso liar conmigo. Y yo como "Me he liado con tu amigo" y él "Ay va lo siento no lo había visto" Pues claro que no lo había visto, porque no me había liado con Santos.  Sólo le cabalgué, ni siquiera me atraía. Ya puedes llamarme zorra, yo me lo llamé muchas veces en las semanas siguientes. Hasta que me hice con la palabra. Ahora me encanta que me llamen zorra, porque somos precisamente nosotras las que mejor nos lo pasamos. No es como si fueras a llamarme zorra alguna vez, David, pero tú y yo sabemos que me dijiste cosas peores que eso. Cosas tan hirientes que el insulto de zorra se ha convertido en un cumplido para mí.
No sé si fue en febrero cuando empecé a sentirme yo misma. Me reconocí en mi propia piel, me miré en el espejo y me convertí en mujer. Antes era soñadora. Antes no era yo. Antes era un despojo enamoradizo. Ahora tengo criterio. Fueron especiales aquéllos meses. Aprendí a juzgarte y a odiarte. Aprendí a mirarte desde los ojos de la mujer sexy y guapa que bailaba en clubs para atraer al deseo. No fue fácil, David. No fue fácil perder la fé en ti, dejar de creerte un Dios, ni perderme en el rencor de tus ojos cada vez que te decía que no me tocaras. ¿Quieres saber porqué te pedía que no me tocaras? A veces era por el escalofrío de deseo que me recorría, entonces lo almacenaba en mi memoria y lo sacaba a relucir por las noches, con las manos por el sur de mi cuerpo. Otras veces, las más, era porque me daba asco. Me daba asco que tocaras la piel de una zorra que cabalga hombres. Así que me revolvía en mi propia piel: en casa era la zorra orgullosa y a tu lado la mujer que no te merecía. Fue extraño convivir conmigo esos meses. Aprendí a quererme a la vez que entendía la definición de honor, y entonces ya no lo hacía. Aprendí a quererte de manera más madura, pero la mujer que intentaba nacer no estaba de acuerdo con el hombre escogido. Ella quería un intelectual que supiera besarla los pechos y luego que la hablara del dolor de Machado en su "Al olmo hendido por el rayo" Te quería por la parte intelectual pero no le dabas gusto a la mujer que estaba naciendo en mí.
¿Te acuerdas de la fiesta de Nerea? Al sentarme a tu lado, embutida en el mismo vestido que usé para Goliat, me dijiste que bailaba muy bien. Pues claro, tonto, tuve una infancia barriobajera, ¿qué te esperabas de una niña que creció en un barrio de latinos? Claro que sé bailar. Sólo que bailando como una profesional no se llega a atraer al deseo. Hay que llamar al instinto, David. Tú te limitaste a decir que bailaba bien, pero porque no me viste bailar con ningún hombre. Entonces cambiarías de opinión. No bailo bien; me restrego bien. Contigo fui modosa porque no quería que me vieras así. No tú. No mi Dios. No mi religión.
Después Laura y yo fuimos por su cumpleaños a una discoteca. Me lié con el hombre que tiene hombre de rana. Maldito hombre. Fue mi primera inseguridad. Me dijo "Te gusta mucho morder el labio"  y yo qué dices, si te estoy besando. Pues resulta que no. Que me han enseñado mal. El estúpido me quitó lo que más me gustaba de los besos: usar los dientes. Te voy a robar el receptor, David. Bien, hombre con nombre de rana. Los dientes están dentro de la boca asíq ue es completamente lógico que cuando le estás comiendo la boca a otra persona uses los malditos dientes. Si quieres te hago una maldita lista con todo lo que puedes hacer con ellos. Primero, morder el labio, entonces haces suspirar, jadear, gemir, suspirar, y aprovechas para meter la lengua. Es una increíble manera de decir "Te voy a meter la lengua hasta la garganta pero tienes unos labios preciosos" Segundo, morder la lengua. Los hombres son estúpidos cuando no ríen en mitad de un beso. Si a mí me gusta el beso estoy totalmente sonriendo así que si me muerdes la jodida lengua vas a hacer que sea juguetón y que me ría más. Se llama crear un beso, crear intimidad. Tercero me fascina cuando chocas los dientes con la otra persona. Sé que la gente lo toma como un "No tienes experiencia, se trata de no chocar los dientes" pero si volvemos a mi paso dos es completamente razonable que me guste notar los dientes de la otra persona ya que cuando sonríes descubres los dientes. Mira, corazón, me haces poner los ojos en blanco porque desde que me lié contigo, maldito día, he dejado de jugar con los dientes si no estoy absolutamente borracha. A Jorge le mostré los dientes cuando le estaba comiendo la polla y tuvo que decirme "Los dientes" y chico, ya te dije que me gustaba los dientes, pero no te voy a morder sólo quiero jugar.  Hombres.
Bueno, me creó un problema el hombre rana. Ya de repente no sabía besar. Sigo sin saber. Error. Sabía. No fue hasta hace poco que entendí que no es que no sepa besar sino que no sé besar rápido. Los hombres quieren comerte la boca igual que meten la polla, mete saca y lo más rápido posible. Bien, amigo, hay una cosa llamada intensidad, refuerzo, acción reacción. La lengua es asquerosa, ya no digamos, la saliva, así que haz el jodido favor de hacerlo un poco atractivo. Ahora ya he superado aquéllo, pero sigo sin jugar cuando beso. Antes me encantaba hacerlo. Dios, abría la boca, le decía que se estuviera quieto, y lamía su lengua. Y luego me apartaba. Sonreía. Me lanzaba a besarle pero nunca llegaba a tocar sus labios. Él me miraba, arqueando el labio. ¿Quieres besarme? Pues ven a por mí. Ellos se lanzaban pero yo me apartaba. Me reía. Ellos se quedaban frustrados. Luego me lanzaba con fuerza, le comía la boca rápido, como a ellos les gusta, pero luego disminuía el ritmo. Entonces nos descoordinábamos. Y yo volvía a hacer el truco. Me gusta llevar el ritmo. Bueno, me gustaba. Hasta que me empecé a liar con hombres que sí me importan y no quiero juguetear porque me da verguenza hacer el ridículo. Lo hice con Jorge, pero la mayoría de cosas que hice con Jorge no las recuerdo de lo borracha que iba.
Bueno, David, vuelves a ser el receptor de la carta. Después del jodido hombre-rana le dije a Laura que la próxima vez que me liara con un tío por favor se quedara mirando para decirme si besaba bien o mal. Es como ese vídeo que tengo en instagram. Ese no lo has visto porque ocurrió en Barcelona, y en Barcelona tú yo ya no estábamos juntos. Me hicieron una broma en un bar con un falo de plástico y la cosa acabó tan mal que hasta el camarero me dijo: "Pero chica, abre más la boca y cubre los dientes. Tú algún día le vas a dar un disgusto a un hombre" Bueno, señorito, que tenía cinco centímetros de ancho, y desde la última vez he visto varios tutoriales. Y no le di ningún disgusto al último ¿sabes? Claro que tampoco era muy dificil. Al fin y al cabo tuve un par de ovarios al chupársela siendo la primera vez que veía  a un hombre desnudo, al menos la primera con mi consentimiento.
¿Por dónde iba? Después ocurrió lo nuestro. Al principio creí poder superarlo. Desde que te fuiste he superado muchas cosas, David, pero a veces se me hace cuesta arriba no tenerte ahí para contártelo. Ahora sé que nunca podré superarte. Que eres lo mejor y lo peor de mi vida. Sin más. Amaré a más hombres, admiraré a Goliat. Pero nadie será como tú. Nadie me recorrera el cuerpo con un escalofrío y se convertirá en mi obsesión.
Luego estuvo el irlandés. Este irlandés no es irlandés, pero el escocés sí que es escocés, y el guiri de después también, y el vallisoletano también es de Valladolid. Tengo un mapa muy concurrido. Bueno el irlandés fue un error y sólo me demostró que a zorra no me gana nadie. Los celos, nunca, David, son buenos. Lo hice por otro hombre. Pero en el fondo me alegro de haberlo hecho porque es uno de los mejores besos que he tenido. Bailamos antes. Siempre me lanzo yo, David. Debería ser más paciente en ese aspecto pero ya que crees que soy una impaciente para todo que esto reafirme tu teoría. Bailaba bien. Y con bailar bien me refiero a que me seguía cuando yo me restregaba. El beso fue lento. Fue por eso porque me encantó. Vi jodidos fuegos artificiales. Me quemaba hasta la última neurona racional. Fue tan intenso, tan sexy. Así que lo hice, cogí la primera silla que vi, le senté y me puse a horcajadas. Llevaba bragas, por lo menos, así que cuando la falda se subía la gente veía la lencería y no algo más íntimo. Del irlandés hay que sacar en claro dos cosas. La primera, que los hombres son unos paraditos. Bueno, algunos. Y según la cantidad de alcohol que lleven en el cuerpo. Le puse las manos en mi culo tantas veces que es algo indecente confesarlo. Porque me encanta eso. Pero oye, ni cuando me restregaba con ímpetu las ponía. Lo segundo es que fue con el irlandés cuando me di cuenta de que aquello duro que yo notaba no era la cremallera. Si no una erección en toda regla. Me di cuenta cuando él me paró y se metió la mano debajo del pantalón. Y nada, supongo que se la colocaría o algo, tampoco estoy muy versada en las incomidades masculinas. Ahí es cuando se me empezó a conocer. "Sí, esta es la chica de Santos, que le ha hecho lo mismo a " al menos por el barrio. Antes me avergonzaba ahora lo voy predicando. Empecé a pensar que tal vez no era tan malo eso de que te llamaran sucia, guarra, zorra. Tú no has leído lo que he escrito desde entonces, pero tengo muchísimos relatos eróticos que incluyen ese vocabulario. Tú te escandalizarías. Ya lo hiciste, al fin y al cabo, cuando el día que te dije que estaba enamorada de ti, te confesé que veía porno. Sí, David, veía porno, porque las chicas no llegan a tener sexo sin saber lo que es un orgasmo por su cuenta. Porque raramente consiguen uno gracias a un hombre. Al menos no un hombre real, aunque sí su fantasía. Ya veo que estás empezando a crecer en ese aspecto. Tal vez contarte mi secreto, cómo abusaron de mí, no fue correcto en el momento en que lo hice. Una chica se va a decepcionar  algún día porque no preguntaste antes de penetrarla y ese será el día en el que me entiendas. Recuerda que todas las mujeres tenemos una historia detrás. Todas. Y no una historia de desamor, si no una historia de reconstrucción, de crecer hacia fuera y no hacia dentro cuando tu cuerpo no ha sido tuyo, de superar y construirse como un rascacielos para que nadie llegue jamás a saber que has vivido tu peor pesadilla. Y espero que siempre pienses que te conté a ti, a un hombre, la historia de mi miedo y no supiste entenderlo. También abusaste de mí. Porque el confesor es igual de culpable que el asesino si calla.
Bueno, pero después del irlandés vino el guiri. No me gustaba el guiri pero fue una encerrona de una amiga. Besaba bien, o mejor, yo besaba bien con él. Le lamí la lengua. Me tocó el pecho. A ver, por favor, en verano no toquéis las tetas a las mujeres porque todo lo guardamos en las tetas. El móvil las llaves, el dinero y el bono transporte. Entiendo vuestra frustración cuando encuentras un llavero de minnie en vez de un pezón duro, pero, es verano, y e slo que hay si no quieres cargar con bolso. David, no me gusta pensar en ti tocando las tetas de otra mujer, pero ya que tienes unas manos tan grandes, haz el favor de no acercar tus grandezas en verano.
Bueno después del guiri llegó Jorge. No quiero hablarte de él. No quiero hablarte de él porque es injusto pensar que el día siguiente de perder tu virginidad recuerdas que no eras virgen. No es justo querer enterrar la cabeza en tu pecho y desear contarte que mi secreto no estaba completo, que había olvidado la mitad de lo que pasó aquél día. No, cielo, mi cielo, no es justo echarse a llorar delante de tus amigxs y que ellxs no puedan hacer nada porque sólo te necesitaba a ti. No porque te quisiera locamente y el amor me hiciera buscarte si no porque mi guardián estaba a kilómetros de mí y me sentía increíblemente sola. Ahora sé que todo este año he sido una mujer hecha a gusto de los hombres y no una mujer hecha a sí misma. Ahora sé que lo he sido es una aprendiz de ninfómana porque las víctimas buscan alivio.
Goliat ha cambiado un poquito eso. Laura también, incluso Eloísa. Ahora sé que Goliat te ha derribado a ti y tu orgullo de raza judía con algo más que una pedrada: con la verdad. David es el invento de una ciudad sometida por la rabia. David es la rabia. David eres tú. Goliat es un fantasma. Goliat es todo aquéllo con lo que has luchado: la bondad y el perdón. Y Goliat te ha ganado.
Quiero decirte que es una de las mejores cosas de este año. Conocer a Eloísa y a Goliat. Me han enterrado en el romanticismo y ahora Dickens se me queda soso. Ahora ya no tengo miedo del sur de un hombre. Ahora soy una chica que no quiere emborracharse porque prefiere el quedarse a dos velas que el arrepintimiento. Ahora tengo paciencia. Lo llevo bien David. Aún sigo queriendo ser la zorra, guarra y sucia que tanto deseo me moja pero prefiero la ternura. Quiero un Goliat tierno. Que bese rodillas y me pregunte si tengo curiosidad. Quiero la imágen de un hombre y no al hombre en sí. Quería al sexo y no yo practicándolo. No sé si es el Goliat correcto pero me he hecho a mí misma desde que perdí a mi niño y no dependeré de nadie más. Ni siquiera del romanticismo que me pueda procesar. No, cariño, porque enterarte de que eres víctima y tener un niño muerto es demasiado para cualquier zorra.
Bueno, David, quiero seguir escribiéndote desde esta calma que te proceso. He copiado al escritor que ha marcado la  vida de mi alma gemela de hace dos siglos.
Te pienso, cielo.
Y no he vuelto a llamar a nadie cielo desde... "que no dijiste adiós y te fuiste".