jueves, 21 de septiembre de 2017

En Viernes.

-Bueno.
Le miro de reojo. Hace unas semanas me hubiera reído, por tapar el silencio, yo qué sé, y luego habría dicho algo estúpido "Ya te digo" "Desde luego" "Lo tuyo es grande." Me digo que ahora ya no digo esas cosas, que puedo mantener el silencio, pero es mentira. Sí, es mentira porque me sigue poniendo nerviosa, puedo repetir muchos sinónimos: que me altera, que me excita, que me hace enrojecer, y la verdad seguirá siendo la misma. La verdad de que sus ojos son tan tranquilos que una mierda me tranquilizan si no que me cosquillean en las comisuras de la boca y me fuerzan a no sonreír, porque Dios, chispean, y me hacen enmudecer o humedecer, para el caso es lo mismo, no respires, no pongas puntos, de esto se trata este discurso de soltarlo todo sin respirar para que el oxígeno no llegue al cerebro y utilice la conciencia en mi contra punto te digo que no es normal a estas alturas de mi vida que tenga una lista de adeptos al fracaso amoroso pero que ya estoy harta de numerarles, de encontrarles hueco en mis costillas y acariciarles en silencio porque sólo me dan silencio, ninguno grita, ninguno se declara y para qué hacerlo yo punto lo que no es normal es que yo me enamore tanto y me defino como enamoradiza pero no es así, sólo tengo la buena o mala suerte, depende de la perspectiva, de encontrarme a mitades que tienen los vacíos que rellenan mis huecos, como si fuéramos un puzzle, ay, David, Goliat cuántos sueños habéis poblado. Ya era hora de poner un punto.
-¿Cuándo te vas?-Pregunto. No le miro, seguimos andando, sin prisa, pero con un destino fijo.
-¿Cómo?
Le ha salido esa voz que pone cuando acaba de escaparse de sus pensamientos.
-Sí, que cuándo te vas a casa de
-El martes-Me interrumpe.
-Ya.-Toso.- ¿Y?
Esta vez me mira. Siento sus ojos  así que le busco con los míos.
Se encoge de hombros. Suspiro. A veces los hombres son inútiles. No saben leer entre líneas.
-¿Puedo soltar una cosa?
No sé porqué lo he dicho. Los dos nos tensamos. Es la primera vez que estamos en un situación así. Ya sabes, esa situación que no controlas, donde la otra persona te puede salir por cualquier lado pero seguro que no es algo bueno, seguro que es algo serio porque si fuera algo banal no haría falta la pregunta. Así que como la tensión está en el aire paro de caminar  y me meto las manos en los bolsillos. Él sigue andando pero se gira al cabo de dos pasos.
-Llevo guardándome esto mucho tiempo ¿sabes? porque intento cambiar un poco o no o sólo volver a la chica que era antes. Y llevo mil años leyendo entre líneas y estoy harta, nunca se me dio bien, y ni mil ni dos mil años me van a hacer entender que aquello que se lee de pasada nunca se va a entender, por muy moderno y casual que suene ahora. Ah sí, una mujer moderna, estamos en la misma línea, no hace falta hablar, bueno pues ahora te digo que sí, que qué pinta ahora, pues yo qué sé.
Me callo. Porque en el fondo aún sigo sin saber si quiero decirlo o no. Tal vez solo tengo miedo de sonar estúpida, muy romántica, ilusionada, pesada.
-Ya me estás mirando así. Hoy lo tengo que soltar todo ¿vale? Soy una fuente, vale, no más dobles sentidos, ¡no me pongas esa cara! Busco ser sincera pero por el ángel no me lo hagas tan difícil. Sólo quiero ser yo, pero me hizo tanto daño. Me rompió en dos.
Cierro los ojos. Y con el recuerdo de otro todo se hace tan irrisible. Qué más da lo de ahora si ya tengo un para siempre, las palabras no tan sinceras que le pueda decir a este chico no son nada comparado con la que fui con otro. Y sé que no voy a ser sincera, que me escudaré en frases de cortesía, en expresiones laberínticas.
-Ni siquiera quiero hablar del tema. He leído lo suficiente como para saber qué es lo que pasa. La que está hablando hoy es la mujer insegura que quiere comerse el mundo y la aseguran que las acciones no siempre demuestran las emociones. Sólo estoy buscando que me hagas un plano de lo que sentiste aquella noche. Sólo quiero decirte que lo siento, que ojalá hubiera sido menos orgullosa como para haberte dicho que te necesitaba. Que fue lo mejor que me había pasado. Que cambiaste mi eje. Que me enseñaste toda una nueva teoría de cómo puede ser la lujuria.
Abro los ojos. Él me está mirando. No sé descifrarle. Me río, porque es tan inútil este discurso.
-Da igual, solo tengo un día especialmente delicado. Vamos, anda.
Aprieta mi brazo. Trago. No le miro. Debería haberlo hecho en viernes.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Volver, segunda conjugación.

Hola Malvina:
He vuelto a ser poesía. Entiéndase ser poesía como la forma que adopta el sujeto cuando no sabe ser realidad y recurre a la metáfora, cuando soltar una frase descriptiva deja mucho de una misma y decide embellecer aquello que aún no tiene ni nombre. He vuelto a caminar por las vías del tren de puntillas, descalza, fingiendo que la caída no supone un fracaso sino la recuperación de la gravedad. He vuelto a decirle a David que de nuevo me acuerdo de él, al acariciar el miedo que un día vi en sus ojos, en el reflejo de los míos. He vuelto a estar sola y a esperar que la ambición deje de luchar y se canse, que se agote, que lentamente se resigne: no sirve de nada desear, niña, si todo lo que deseas bien de sobra  sabes que es imposible. He vuelto a tener miedo de lo que un día desdeñé: al vacío del cuerpo físico, qué memoria ni que nada, yo quiero verte, mirarte, tenerte, recordarte no te vive,  que no te resucito solo te atraganto. He vuelto a juntar las esquinas de la manta que arropa mis pies, me digo que septiembre  siempre fue injusto pero qué mentira tan grande, septiembre no fue injusto, me fue desleal, sólo a mí. He vuelto a acortar las frases y repetirlas hasta que la anáfora se haga tan aburrida que ya no me quede nada que decir salvo un: otra carta más para esta mujer de mi vida.

He vuelto a ser la que era, cómoda en mi piel, cómoda en la vida, cómoda en la muerte. He vuelto a vivir lo que no significa vivir y a experimentar el primer puñado de arena que cae en el baúl de los recuerdos. He vuelto a estar triste a solas y ser irónica en público.  He vuelto a lo que no era pero deseaba y soltar verdades aún y cuando me callo las que menos deseo saber y más daño me hacen. He vuelto, porque uno siempre puede volver, aunque sea cerrando los ojos y echando a volar la imaginación. He vuelto como quien vuelve al lugar de los hechos, cerrando heridas, acariciando piedra. He vuelto, cariño.

Tengo esta imagen grabada en la mente: la de un abrazo frente a una losa de cuatro nombres y un hueco de cinco ataúdes. La de un niño llorando con la mano pegada a la frente, y la mirada al suelo, borrosa, húmeda, pasada por agua. Y una mujer, con gafas de sol, llorando porque otro llora, abrazando con tanta fuerza que una no sabe qué tristeza es más grande, la del amado, la del amante, la del que es consolado o la que consuela, pero sobretodo, la del que permite ser consolado o la del que grita de dicha por ese permiso.
Hoy, Malvina, sé cómo te bajaron con cuerdas tu ataúd, el sonido de la tierra cuando golpea la madera, y el intento vano de fingir que ahí abajo no hay un cuerpo, porque ya jamás volverás a vivirle.