viernes, 19 de octubre de 2018

Saber que no estas.

Me gustaba escribir novelas. Me gustaba cerrar los ojos e imaginar. Me gustaba escribir, frases largas, que no me avergüencen, que solían tener ritmo o no, a veces las atropellaba, como ese fragmento de El tiempo del silencio que tuve que leer en voz alta y me vi con agua en los ojos. Escribo a trompicones porque desde que le conozco dejé de ser la que era, aunque nunca fui del todo mía, siempre fui de David. He ido a dar con la china del zapato, un hombre que no me inspira pero me quiere, a su manera, de manera egoísta, nada literaria y de ausencia metafórica. He aprendido a admirarle a través de sus palabras, las palabras de lo que ahora escribe, me imita, esa era yo, ésa eramos nosotras, Emma. Qué desdichadas somos ahora.
Ya no sé escribir, si hacerlo merece la pena, si acaso le interesan mis palabras a Malvina o si de ella también me cansé ya que por fin tengo una bendición. He dejado tanta piel en estos años que me toco y no soy yo.
Me gustaba estar sola. Siempre le dije a David que no quería amores. Salvo el suyo, pero el suyo era tan bueno, tan alegre, tan trágico que me incitaba a la escritura, como quien se da a la bebida, de manera incontrolada, nunca es suficiente, siempre cabe una escena más, o trescientas escenas de la misma situación y distinto diálogo. Desde que estás en mi vida ya no sé qué soy. Dónde está mi lugar. Siempre estuve mejor sola, enamorada y sola.
Antes de conocerte quería a David  y David me hacía ser lo que he siempre he querido ser. Hoy he creído ver aquella barbilla, sus manos tarzianas, aquel rídiculo bigote, pelusa, que le salía encima de los labios. Nunca tuvo una boca bonita pero hablaba, y hablaba, así que uno dejaba de verla como elemento erótico, era más un símbolo de su ser. No he podido escribirle una carta. Él nunca tuvo otro nombre que el que ya tiene. Acaso es aquel Jorge pero su esencia es muy distinta.
Solía gustarme escribir, tenía un sentido. Le contaba a David las cosas que no podía contarle. Ahora surge en mí de nuevo esa necesidad. Tengo miedo del rencor que surja de esta carta. A él, que podría contarle cualquier cosa, y sin embargo, no quiere. A él, que podría escribirle metáforas con rotulador, hablarle sobre Barcelona, sobre el dolor de la sangre, las miradas de ojos verdes, el miedo a no volver. A él, que no me quiere lo suficiente y no me entiende.

Me gusta La Moda. Me gusta porque es triste y me traslada a Goliat. Mario es Goliat. Siempre ha sido y siempre lo será. A veces solo quiero decirte Malvina, que tener novio no me ayuda a ser yo sino que me confunde. Que él no me entiende, que no quiere hacerlo, y yo ya no puedo darme más.