sábado, 26 de noviembre de 2016

Don't you care.

He vuelto a la terraza en la que no pude terminar la cena. Qué lleno estaba de gente, que paz, ay, qué calor, y allí los cuatro charlando  de lo mismo de siempre, y yo apuntando. No sabía que iba a pasar lo que pasó. Lo soñé la noche anterior. Soñé que te decía todo lo que al final te dije. Soñé con besarte y enterrar la cara en tu cuello y ahogarme en tu olor. Soñé que era grande y fui grande, pero maldita sea mi suerte después qué pequeñita me sentí. Tanto que quise acurrucarme en mis brazos y acunar mi pecho, mi corazón. Quise decirle a David que mirase, que mira oye, que ya está, que lo he hecho, que aquello que te comenté el verano pasado, sobre intromisiones o cómo se escriba, sobre ser la tercera ya se ha cumplido. Ojalá te hubiera abrazado una última vez. Ojalá recordara más a menudo cómo me cogiste la mano para subir las escaleras. Ojalá estuvieras aquí, curando mis heridas.
Así que no, nunca te fíes de quién no te coge la mano para acompañarte a la habitación, y no te fíes de quien lo hace frente a un público, por quedar bien, porque mira, están mis padres, porque mira ante todo caballeroso. Nunca te fíes, mi niña, de quien no te sigue el ritmo cuando le besas, de quien no te pregunta qué tal, o no se echa a reír cada vez que recuerda la tarde tan típica de verano que hizo la primera vez que os besasteis.
Ojalá recordara la inocencia de la primera vez que nos tocamos. Ojalá recordara si te besé yo primero o fuistes tú. Tengo mejores recuerdos en el ciprés. Los cipreses, ay, si es que ya me lo dijo Malvina. Tú fiate de lo cipreses, y de nada más.