domingo, 19 de febrero de 2017

Cuando las islas Malvinas no son de este mundo.

Hola Malvina
Hoy no es David. Mañana no va a ser Goliat. Creo que la semana que viene va a ser Jorge, pero no estoy muy segura. Desde que me enteré de la nueva piedra preciosa de David he estado en una nube de confusión, de celos, envidia. Así que me puse la canción más triste que conozco y me salió la lluvia que llevaba contenida. Me dio dolor de cabeza. Y al día siguiente te visité. Lo siento por aquélla carta, era muy corta, muy desesperada, bastante mal resuelta, con un final que aún duele porque no concluí en nada. Te dejé a mitad de verso porque cerraban el cementerio. Así esto es todo lo que no te dije en esa carta:
Madrid está despertando del letargo del invierno. Los pájaros están revoloteando descontentos porque ya no saben si emigrar o no, si bajar más al sur, o quedarse en el retiro. La primavera ha venido antes de tiempo, siempre suele venir en Marzo,  y se enfurece un poco en Abril, se casa en mayo y se va en Junio. A veces ha llovido en Junio pero siempre han sido esas tormentas, casi carcajadas, en las que hace calor y una se para a admirarlas desde la ventana del salón de un doceavo piso. No sé cómo sería en tu época pero en la mía, yo, me encanta fijar las canciones según las estaciones.Un día tengo que hacerte una lista de todas las canciones que me gustaría que escucharas si el destino nos regala un paraíso en elq ue encontrarnos después de esta vida. Te enseñaría a bailar con los brazos en alto y las caderas de lado y tú me mirarías escandalizada. Pero tienes pinta de ser una aventurera, o al menos eso dice de ti Juan Valera, así que acabarías bailando. Luego me enseñarías a ser una dama, aunque en eso no te voy a decepcionar porque tengo los modales más clásicos que se pueden esperar de una obrera.
Madrid se ha vuelto a prometer conmigo y me viene conquistándome con sus largas tardes solitarias. Aún me hace gracia la gente que quiere hablar de la soledad y hace años que no está sola. Sola es vivir con una espera eterna y un deseo obsesivo. Soledad, que no sola, es lo que te hace estar sola, cuando la vida no te deja estar acompañada. Porque tú lo deseas, yo lo hago, yo deseo caminar de la mano, conocer los nudillos de otra persona, decirle "Tres tristes tigres, comen trigo en un trigal" y hablar sin remedio de aquellos veranos de la infancia en los que la lengua se traba y la risa es muy fácil. Porque, chica, a ver cómo te lo digo, que la soledad es mucho más que no tener a nadie con quien charlar sobre literatura, soledad es no tener con quién discutir por el lavaplatos, o por dar de comer al gato, soledad es no tener quien te hable de la lista de la compra porque no tienes nevera que compartir. Soledad es también ignorancia, un poco de expectativas, vamos a fingir que esto es una receta, falta un poco de realidad, sobra imaginación, no hay que echar más ganas. Soledad es estar harta de estar sola pero no saber lo que es estar acompañada. Te voy a contar un secreto, pero que quede entre nosotras dos: la soledad es aquello que se alimenta cuanto más enamorada se está. No hagas caso de quien proyecte la típica imágen de un viejo que se sienta en los bancos a contemplar la vida como ejemplo de soledad. No, porque lo que hace que la soledad sea soledad, es la expectativa de estar acompañada de alguien sin saber qué significa.
Madrid hoy vive en la calle Conde de Xiquena 17, en el último piso donde Ginebra y Alex llevan una vida que no han pedido. Supongo que en tu época ya estaría construida la iglesia de Bárbara de Braganza, incluso a lo mejor fuiste a verla. Te digo que una descendiente tuya, creo que de tu nieto Fernando o Mariano, se casó allí. Tiene unos ojos redondos, chiquititos, marrones, que espero que los haya heredado de ti porque son tan clásicos que no pueden pertenecer a estos tiempos.

He visto a la novia de David. Caminé el viernes por la complutense con el deseo literario de encontrarme con él y con ella, liándose como dos tontos detrás de la facultad de Filosofía. Casi creí verles, a oscuras, cuando volvía al metro. Se me paró el corazón durante tanto tiempo que cuando volví a la vida tuve que respirar sin toser y concentrarme en no atragantarme. Desde entonces el nudo me acompaña y se tensa cada que pienso en todos los números que me diste en dos años. Intenté que se me pasara bailando. Bebí muchísimo y aún así seguía, como una sombra, como algo amenazador que no me deja pensar en nada más. Febrero es el mes de los celos. No sabía que me ponían de tan mal humor, apenas los sentí contigo. Ahora entiendo que yo era todo tu mundo porque con ninguna otra chica tenías un mundo tan grande como el mío. Creaste pequeños territorios especiales con otras chicas, pero yo era tu fuente y tu base, tu tierra y tu castillo, el aire y el agua. Ahora me veo negada de nuestro mundo y me siento como un equilibrista con una cuerda que se convierte en serpiente. No logro contenerme y rabio, me desespero, te celo. Pero Goliat es peor. Con él no tengo un mundo. Creo que por eso no sé quién es. Creo que por eso la rabia me está haciendo cada vez más parecida a ti. Creo que entiendo un poco más tu mal humor, tus enfados, tu sentimiento de traición. Pero sigo siendo buena, en el fondo, y finjo que llamarlo soledad abarca toda la confusión, celos, dolor, traición, tristeza, rabia que siento. Goliat se hace odio y aún así no le odio, sólo me decepciona.

La semana que viene veré a Jorge. No sé qué va a provocar en mi pero a lo mejor me encuentro escribiendo una nueva historia de erotismo. Es una pena que me provoque indiferencia: cómo cambia el deseo después de una decepción. Pero, y qué bien sienta pasar página.

Bueno Malvina, no sé cuándo volvere al cementerio pero cada vez me duele más ir allí sola. Dame tiempo. Dame un poco de paciencia. Ten fe, mujer.


No hay comentarios:

Publicar un comentario