domingo, 12 de febrero de 2017

Carta de inspiración David-Goliatense

Hola David
Estoy imprimiendo todas las cartas que guardo aquí, y todas las que no publico. Incluso he vuelto a hacer papel las dos cartas de cumpleaños que te regalé. Es increíble que ya hayan pasado dos años. Pero a lo que iba, que estoy imprimiendo todas las cartas que son tuyas y las dejo en la tumba de Malvina. Las he metido en un pequeño hueco entre la losa y la cruz y solo espero que: no se empapen con el agua de la lluvia, porque ya bastante agua llevan de lo que mucho que te lluevo, que no se pierden tierra abajo, sería una pena, y que aguanten mucho tiempo, más del que espero estar viva. Me atrae la idea, te lo confieso, de que alguien más que yo descubra las cartas y me busque a traves de Malvina. Entonces encontraría que escribí un libro acerca del David que eres, un ensayo sobre Malvina y tres o cuatro confesiones sobre la persona que fui y no quise. Entonces se cerrará el círculo. Yo te encontré a ti y a Malvina y os haré arte, y el deber de alguien más es hacerme arte a través de ti y de ella. Nunca te conté que lo que más me gustó de escucharte hablar sobre tus libros es que ahora yo tendría que ser algún personaje, que seré "La culebrosa" que tuvo una relación con el escritor. Te lo dije mil veces, el destino no entiende de casualidades, no conoce la suerte de los dados, es demasiado inteligente como para creer que las cosas no pasan por una razón.[...]
¡Hola David! Voy a intentar escribir literatura, de la mía, sabes, de la erótica.


-Así que, ¿cuál es el plan?
Ya sabía cuál era el plan pero lo único que quería era retardarlo. Claudia se giró y puso los ojos en blanco.
-No me puedo creer que estés nerviosa.
-Ya me gustaría verte a mí en tu situación.
-Seguramente no tengas que hacer nada. Bebe un poco más ¿cuánto te queda?
Saqué del escote la pequeña botellita de ron e hice un mohín. Quedarían dos tragos.
-Vamos, de un tirón, eso te sube en diez minutos.
Claudia dejó pasar a una pareja de chicas y las miró con una pequeña sonrisa. Ellas la sonrieron de vuelta. Supuse que Claudia venía mucho como para que la gente se quedara con su cara. Tampoco es que supiera muy bien cómo era la vida de Claudia, ni siquiera era mi amiga. Nos conocimos hacía dos noches, en casa de unos amigos que tenemos en común. Jugamos a contar cosas ridículas que nos hubieran ocurrido, y cuando llegó  mi turno  yo me quedé callada  pero Javier salió con mi historia más patética y provocó unas carcajadas que aunque empáticas no dejaban de provocar en mí un rechazo molesto. Al terminar la historia la chica que estaba a mi lado en el sofá, y que resultó ser Claudia me dijo que ya había oído esa historia.
-Oye que Javier no está inventándose nada.
-Que no, tonta, digo que creo conocer al chico de la historia
Yo la miré con los ojos como platos. Sacó su móvil y me enseño una foto de grupo. Y ahí estaba él en la esquina superior derecha, con esa sonrisa de pillo que tanto me gustaba y el pelo más largo de lo que recordaba.
-No tengo una foto mejor, pero él es Guille ¿a que sí?
-Sí, sí.
Yo pensé en que el mundo era un pañuelo, que al final Madrid era un pueblo y que una no podía esacapar del pasado así como así. No me dio tiempo a preguntar a Claudia de qué la conocía pero ella pareció leer entre líneas mi silencio.
-Estamos en una asociación.
-¿De qué?
Ella se acomodó en el sofa y bebió de la botella de cerveza.
-Pues no sé cómo explicarlo. Es una cosa para todo.-Se rió al ver la confusión en mi cara.-Tengo este amigo que es más romántico de lo que debería, pero no romántico en plan corazoncitos y esas mierdas si no un personaje del siglo XIX que cree vivir en el barrio latino donde en todas las cafeterías hay reuniones de política y literatura y todo el rollo. Y bueno pues se le ocurrió crear una asociación de para todo. Al principio sólo íbamos los amigos, un poco por seguirle el rollo ¿sabes? pero con el tiempo se empezó a correr el rumor y ahora somos tantos que tenemos pases y eso.
Yo no me estaba enterando mucho de lo que me decía. No es que se explicara muy bien, pero aún así asentí y dije que aquéllo era maravilloso y nostálgico.
-Bueno pues este hombre tuyo, el tal Guillermo, va muchas veces. Suele venir solo.
-Ya.
-Deberías venir un día.
-¿Para qué?
Ella no se lo pensó ni un momento.
-La historia no es rídicula. ¿Quieres saber con cuántos tíos me he acostado yo que han tenido un gatillazo? Y pues calro que se hacen cosas ridículas, obviamente yo no me hubiera puesto a untarle su cosa con nata porque chica si no funciona, no funciona, tampoco hay que forzarlo. Pero lo que te quiero decir es que es normal, que los dos eráis muy jovenes y no supisteis llevar la situación.
-Supongo, pero...
-Nada. Estoy segura de que ahora eres mucho más madura ¿a que sí? Pero la verdad es que yo te quería preguntar.
-¿Qué?
-¿Le dolió el mordisco?
Yo me puse colorada y ella se echó a reír.
-Lo siento, lo siento, es que el miedo de toda chica. No sé cómo vives contigo misma.
-Pues muy bien, te lo aseguro.
Ella me cogió de la mano. Paró de reírse. Sus ojos brillaron como si se le hubiera ocurrido una gran idea. Tuve miedo.
-Lo tengo. Es tu ocasión perfecta para superarlo. Hay una reunión pasado mañana, y sé que él tiene un pase. Yo puedo conseguirte uno.
-Bueno.
-Genial, quedamos entonces el jueves a las 9 en Tribunal.
-Espera, no sé si queiro ir, tengo que pensármelo.
-Bueno pues llámame mañana y me confirmas. No te voy a insistir más pero te aseguro que si no vas te arrepentiras cada día y te preguntaras qué hubiera pasado.
-Pero entonces ¿cómo sabes tú esta historia?
-La contó un dia.
-¿Así, sin más?
-Bueno, una chica empezó a hablar sobre las peores experiencias que había tenido en el sexo y el chico comentó esta historia.
-¿Y qué dijo?
-Que los hombres debían temer menos la palabra gatillazo.
Aquéllas palabras me reconfortaron  de una manera que creía superada. Creí que ya había olvidado aquél recuerdo, que la hice historia un día y me reía con mis amigos cuando nos acordábamos de ella. Pero ahora volvía  a mí toda la inseguridad que sentí en los primeros días tras esa noche con Guille , lo inútil que me sentí y lo tonta que fui cuando le dije que no quería volver a verle. De pronto me sentí revolucionaria. Le pedí a Javi un folio y escribí todo lo que pasó, todo lo que hice después, y la perspectiva que me habían dado los años. Y ese discurso era el plan.
Claudia se cansó de mi nerviosismo y abrió la puerta de la habitación con un suspiro agotador. Se dirigió hacía unos cojines en el suelo en la parte delantera y me presentó a varios amigos. Hablaron sobre política. No participé mucho. Poco después un chico con una camiseta que me pareció de pijama cerró la puerta y se subió a una mesa.
-Hola, colegas.-Se rió. No sé de qué.-Aún falta gente pero no tardarán, que la renfe da problemas. Así que hablen.
El procedimiento fue sencillo. El primero en levantar la mano daba pie al tema. No era muy constante, eran comúnes las interrupciones que cambiababan de tema o simplemente pedían silencio para poner una canción. Algunas chicas se ponían a bailar y luego, cuando la música paraba alguien hablaba. Uno recitó un poema y otra chica le calló y leyó un fragmento de Bukowski. Otra gritó que aquélla noche, y por la apuesta perdida, ella invitaba a hielos. Empezaron a salir, entonces, de bolsos y mochilas, botellas de alcohol de todos los tipos. Claudia me pasó un botellín y me dijo que participara un poco. Al segundo sorbo de cerveza la puerta se abriño y entraron dos grupos con un altavoz. Lo pusieron en mitad de la sala y uno del grupo gritó que había hecho una nueva mezcla y quería saber nuestra opinión. Mientras el chico ponía todo a prueba otra chica se subió a la mesa y gritó que regalaba dos entradas de concierto porque había conseguido trabajo y el turno en el hospital no la dejaba asistir. Las bailarinas se acercaron a la chica y las oí hablar sobre enfermería. No parecían conocerse. El chico puso la canción y al terminar pidió que quien le diera dar su opinión se acercara. ALgunos se acercaron a hablarle. Una chica, que se presentó como Francesca anunció que por fin había follado. Todos parecieron aplaudirla y uno gritó que tenía dos cajas de condones en casa desde que había roto con su novio. Al principio todo aquello me parecía un desorden de temas pero con el tiempo entendí que intentaban guardar temas unos minutos y se respetaban entre ellos. Se conocían los unos a los otros. Tan pronto se ponían a hablar de la muerte de Trotsky como del coste de un vuelo a Praga, y luego paraban para escuchar los cambios en la mezcla del chico con el altavoz. Busqué detenidamente a Guille pero no le vi. Claudia me dijo que no me preocupara, que vendría. Apareció media hora después con otros dos chicos que me sonaban del instituto. Llevaba un jersey color mostaza que resaltaba sus ojos color café y un gorro granate que escondía su melena de león rubia. Se me había olvidado lo atractivo que era. Me acerqué a él como atraída por un imán. Pude oír cómo hablaba con la chica que había ofrecido las entradas y la felicitaba por el trabajo. Me quedé allí, en mitad de tierra de nadie, mirándole sin la más absoluta verguenza y con la consciencia de ciertas zonas que se despertaban al oír su risa. ¿Cómo había podido olvidar lo que me hacía sentir?
-¿Quién ha pedido el micrófono?-Preguntó el chico de la camiseta del pijama.
Claudia levantó la mano. Cogió el micrófono y me lo tiró. Lo cogí al vuelo. Carraspee. Quitaron la música.
-¿Hola?
No se oía. Claudia se lo llevó y vi que cambiaba las pilas. Una chica que me había presentado Claudia se acercó con dos chupitos.
-Vamos, de un tirón.
Me tomé los dos sin parar a respirar. La chica se echó a reír.
-Es genial lo que vas a hacer. A la gente le va a encantar.
 Claudia volvió con el micrófono. Me dio una palmada en el culo y me dijo "Ahora o nunca".
-¿Hola?-Dije.
Todos se giraron a mirar. Guillermo fijó su mirada en mí y frunció el ceño. Yo le sonreí. Debía estar muy borracha para hacer eso. Él abrió los ojos, sorprendido cuando me reconoció y quiso acercarse.
-Quieto ahí, vaquero.-Soltó Claudia, quitándome el micrófono.-Hola gente, os presento a Ana, es nueva aquí pero va a hacer una cosa increíble así que os pido que no la interrumpais. Gracias.
La gente gritó que no me veía. Me subieron a una mesa. Todos me miraban en silencio. Yo no me atreví a volver a mirar a Guillermol.
-Bueno.-Dije. Notaba mi rubor en cara y cuello-Me llamo Ana.
-¡Hola Ana!
El resto se rió. Yo también.
-A ver tengo que decir algo y la verdad agradezco el haber bebido proque son cosas que una no cuenta cuando está cuerda.-Respiré.-El caso es que me llamo Ana y seguramente todos y todas me conozcáis por aquí por una historia que un chico ha contado.
Yo señalé a Guillermo. Él pareció ruborizarse. Algunos parecieron entender y empezaron a reírse y asnetir.
-Oye, que yo no te conozco ¿qué historia-Dijo una chica del fondo.
-A ver.-Dijo otro chico que fumaba cerca de la ventana.-El chico, Guillermo, y ella se acostaron hace unos años, y bueno él  tuvo un gatillazo y a ella se le ocurrió untarle de nata la polla y al final acabó mordiéndosela.
La chica gritó de terror. Se oyeron varios suspiros.
-En realidad no fue así.-Dije.-Habíamos follado hacía solo dos horas y nos volvió a entrar ganas pero él tuvo un gatillazo sí, pero seguía teniendo ganas y yo, obviamente, también. No tenía mucha idea de sexo, la verdad, pero una vez había oído a mi hermana que a ella la habían untado el coño con nata así que pensé que podría servir. Ni siquiera me gusta la nata, quiero que lo sepais, pero bueno, eché demasiada porque estaba nerviosa y mordí pensando que aún no había llegado al asunto y bueno, pues resulta que sí. No le hice sangre pero supongo que dolió.
Guillermo asintió con fuerza. Los demás rieron. Suspiré.
-Él fue un encanto, la verdad, dijo que no pasaba nada, pero yo me vestí y me fui a casa. Me daba muchísima verguenza  así que le hablé y le dije que no quería volver a verle. Nos evitamos todo el año y luego él se cambió de instituto.
-¿Por qué?-Dijo el chico fumador.
-¿El qué?
-Quiero decir puedo entender tu verguenza pero no estuvo bien por tu parte que huyeras de esa forma.
-Yo me sentía inútil. Siempre había oído que complacer a un hombre era lo más fácil del mundo, y que comersela muchísimo más.
-Ya, pero...
Le interrumpí.
-Yo nosé cómo serás tú pero yo soy la más patosa, descoordinada e inútil del mundo. Durante años pensé que era inservible para el sexo y me ha dado mucho miedo pero desde que...
Callé.
-¿Desde qué?-Gritó la chica del fondo.
-Desde que me acosté con otro chico y me apliqué a fondo. Pero no era igual.
-¿Por qué?-Preguntó una de las bailarinas.
-Pues.-Paré a toser.-A ver no sé si os ha pasado, pero cuanto más me atrae el chico más nerviosa me pongo cuando estamos en mitad del asunto y bueno, este chico no me ponía tanto como Guillermo.
Se oyeron varios aplausos y jaleos. No pude mirar a Guillermo. Me sentía en una nube.
 -¡Te entiendo! La primera vez con mi novio fue horrible por eso mismo.-Dijo otra chica.
-Nah, mentira.-Respondió el chico de al lado.
Nos reímos. Ellos empezaron a besarse locamente.
-En fin.-Dijo el chico fumador.-Que Guillermo te ponía más.
Suspiré.
-Guillermo es todo.-Volvieron los jaleos.-Supongo que todas aquí tendremos el chico con mayúsculas. Bueno Guillermo es el mío.
Me atreví a mirarle y él estaba sonriendo. Tardé en analizar su sonrisa. Era del tipo abierta. No presumía, ni mostraba interés sólo sonreía por mi declaración. No supe qué pensar.
-Bueno-Dije.-Quiero decirle que lo siento. Por todo.
Bajé de la mesa y Claudia me abrazó. Le dije que necesitaba tomar un poco el fresco. Me quiso acompañar pero la dije que quería ir sola. Atravesé la puerta con los jaleos y aplausos aún en el aire.
Al salir del zulo el aire fresco me revolvió el pelo y me quitó el rubor. Encendí un cigarro y caminé calle abajo. Entré en un bazar y compré una litrona de cerveza. Después me senté en las escaleras de un portal.
-Hola.
Levanté la mirada y me encontré con un Guillermo nervioso que metía las manos en los bolsillos del pantalón.
-Hola.
-Qué fuerte lo de ahí dentro ¿no?
Me encogí de hombros. Yo aún seguía en mi nube de excitación y perdía toda capacidad de raciocinio. Nos quedamos en silencio un rato. Desde dentro se oyó la música.
-¿Quieres bailar?-Dijo Guillermo, sentándose a mi lado.
Le miré.
-¿Juntos?
Él asintió. Las dos veces que logramos hacerlo nuestro preludio, preeliminar, o como fuera, había sido el baile. No sabía si él esperaba que bailar nos llevara a algo más pero no le pregunté ni él tampoco se explicó. Estaba demasiado bebida como para pensar si Guillermo se estaba aprovechando de mis declaraciones o si por lo contrario estaba siendo  únicamente amable. No lograba ver un interés favorable  pero tampoco veía una falta de él. Me levanté y le miré de reojo. Bajamos al zulo con un poco de prisa. Nos pusimos cerca de la ventana y el chico fumador nos guiñó un ojo. Me pareció la oruga de Alicia en el País de las maravillas. Esperamos al cambio de canción para empezar a bailar. Él me cogió de la cadera y me acercó a él. Había olvidado loq ue era bailar con un chico que conocías y no con un desconocido. Guillermo era Guillermo. Confiaba en él. No analizaba si me estaba pegando mucho a él o si el aliento me olía cerveza. Me limitaba a bailar con él, despreocupada, alegre. Cuando acabó la canción  mis manos ya colgaban de su cuello y le acariciaba con sutileza la nuca. Sus manos se habían atrevido a subir y bajar por mis costados hasta mi cintura pero aún no llegaban a mi trasero. Su cabeza estaba en el hueco de mi cuello y su respiración me hacía cosquillas en la clavícula. Claudia entró en mi radio de visión y levantó los pulgares, riendo. Luego me señaló el DJ. Yo asentí. Pusieron una de esas canciones que Javi y yo bailábamos antes de que él se ecahara novia y me sustituyera. No lo pensé mucho. Pegué mi espalda a su pecho y le bailé como antes solíamos hacerlo. Le provoqué. Me alejaba y él me pegaba de nuevo. Subía y bajaba la mano por cuerpo como si lo estuviera adorando. Me subía el vestido con sus largas pasadas y yo me lo bajaba cuando me acordaba, aunque qué más daba, él me tapaba, sólo quería que no parase, porque necesitaba aquéllo, y él era tan bueno. Acabé moviendo tan lentamente que no sabía si realmente me movía o era el temblor de mis rodillas. Me agarró del pelo con suavidad y me tiró hacia él. Sentí su respiración en mi oreja.
-Dame la vuelta.-Susurré.
No preguntó porqué se lo pedía y no lo hacía pero creo que supo leer que no me podía mover. Estábamos tan cerca, casi respirando del mismo aire que me pregunté si me iba a besar. No soportaba la incómodidad de estar tan cerca y no hacer nada. Él cerró los ojos y apoyó su frente en la mía. Respiraba descontroladamente. Paseé mi mano por  su pecho. Quería acariciarle la piel. No encontraba el final del jersey pero cuando lo hice me encontré con el botón de su pantalón. Me paré un momento. Él paró de respirar. No sabía si él estaba pensando en la última vez. A mí se me pasó por la cabeza pero el alcohol lo desechó. Posé la mano a lo largo de la bragueta.
-¿Qué, tienes curiosidad?-Dijo.
No lo pillé a la primera. Para cuando analicé lo que había dicho le cogí las manos y las posé en mi culo. Él apretó y me acercó más a él. Me subí el vestido para sentirle mejor.
-Dios.-Se me escapó.
Él  se echó a reír. Sentí que alguien me tocaba el hombro.
-Estáis montando un espéctaculo.-Dijo Claudia.-Y la gente se alegra, de verdad, pero ¿queréis una habitación?
Miré a Guille, nerviosa. Él no apartó la mirada de mí.
-Una canción más.
Claudia se encogió de hombros y se fue.  Yo no sabía si él había dicho que sí a la habitación, o solo pedía una canción más y paraba el espectáculo. Guillermo parecía ansioso. Me tocaba con ímpetu, cuerpo arriba cuerpo abajo. Yo me limitaba a jadear, me hubiera gustado haer algo más pero no podía. Al final no aguanté más.
-No puedo más.-Dije, separándome.
Él me miraba sin decir nada.
-Tenemos que hablar.
Él asintió. Me cogió de la mano y me sacó a rastras de la sala. Creí oír la risa del chico fumador. Nos metió en una habitación en la que había un sofá. No me soltó la mano. Me apoyé en la pared y él se puso frente a mí.
-Te prometo que he aprendido.-Dije.
Él sonrió.
-¿Nos besamos?-Le pregunté.
Él se echó a reír. Se separó un poquito de mí y se quitó la camiseta. Me pareció que era su forma de decir "¿A ti qué te parece?"Me mordí el labio. Oí un ruido procedente de la puerta y me giré. Claudia estaba asomada y me sonreía, pícara.
-¿Tú las has traído?-Preguntó Guille.
Claudia asintió. Él se acercó y la besó en el pelo. Le dijo algo en voz baja  y luego ella se marchó riendo. Guille cerró la puerta y me miró con una sonrisa sincera.Quería decirle un millón de cosas. Desde que aún soñaba con él por las noches hasta que siempre que me emborrachaba pensaba en lo metafórica que me ponía en su habitación y lo poco que dejaba que me tocara. Y se lo dije, supongo, con la mirada que esperaba que fuera profunda que le envié. Él pareció entenderme y se acercó lentamente hasta poner las manos en mis mejillas. Yo le puse las manos en las tiras del pantalón y le pegué más a mí. Supe que iba a hacer de este momento un recuerdo inolvidable y ni siquiera había acabado. Nos trascendí en el tiempo y me olvidé de si el verbo era correcto.
-Dame algo por dónde empezar.-Le dije.
Él abrió los ojos.
-Antes no pedías nada.-Pestañeó.-Menos mal que has cambiado eso.
-No seas condescendiente, muchacho.
Él me besó la nariz.
-Te eché de menos mucho tiempo. Eres una espinita clavada.
No pude evitar reírme. Mi pecho florecía.
-¿Quieres esto?-Le pregunté.
-Creí que sabías leer entre líneas.
-Sí, pero aún no sé leer mentes.
Le quemaron los ojos. Me cogió la mano y la puso en su bragueta. La noté dura, más dura incluso que cuando estábamos bailando. Recorrí con un dedo toda la longitud. Molestaban los vaqueros. Él gimió.
-Sí que sabes.-Murmuró
Yo puse los ojos en blanco pero aún así sonreí.
-¿Puedo tocarte?
-Por favor.
-Eso es.-Sin embargo, y auqnue sus manos estaban a centímetros de piel, se lo pensó mejor y me cogió de la barbilla con delicadeza para que le mirara.
-¿Dónde?-Dijo. Tenía la voz grave.
-Y yo qué sé.
Se mordió el labio. Mandé a la mierda aquélla historia, aunque me gustara. Localicé el sillón y le hice sentarse. Me quité los zapatos y me bajé las medias. Olía sus ganas y no le estaba mirando. Irradiaba calor desde el sillón. Me subí el vestido y me puse a horcajadas  de él. Él llevó las manos a mi sujetador y siguió las tiras. Hacía tiempo que no sentía el contacto de la piel masculina contra la mía y el mínimo toque me excitaba hasta niveles que no conocía. Pensé, a través de la neblina de lujuria,, que si él no fuera Guillermo no estaría así, pero con él perdía todo contacto con el suelo y flotaba, alto, muy alto, hasta que me aprendía de memoria su respiración de lo mucho que me obsesionaba ser parte de él. Así que aprendía rápido cuándo sus pulmones le permitían robarme un poco del aire que respirábamos y luego se lo arrebataba, le hacía jadear, me devolvía mi aire, o el suyo, qué más, pero me lo quedaba y era mío, entonces él era mío. Pensaba en la intimidad tan magnética que estábamos creando y por fin entendí porqué la gente se casaba para toda la vida, porqué se mantenían fieles por gusto y no por deber, porqué escogían a uno y decían que era el eje de toda su sensualidad. Sí, lo entendí porque quería hacerle tantas cosas, y que él me hiciera tantas otras que tardaríamos un año, follando todos los días, en satisfacer toda mi curiosidad y aún así querría repetir todo de nuevo, así que quedaría atada a él un año y después otro, muchos, para aprender su cuerpo de memoria, hasta que éste se me cansara. Tuve que analizar, sin embargo, si estaba cómoda en aquélla situación. Si estaba cómoda con el pensamiento de quererle más de una vez, desconociendo lo que él pensaba. Así que les dije a mis manos que fueran las más sensuales, y a la vez las más arrasadoras, mandé sobre mi cadera y la susurré que no perdiera el ritmo por mucho que estuviera despistada por sus atenciones, y a mi lengua le ordené que se soltara un poco y paseara por allí donde le apeteciera, sin verguenza, sin temor.
-¿Dónde estás?-Dijo, bajándome las tiras del sujetador.
-Quítame ya el sujetador de una vez.
Él se echó a reír.
-¿Lo he dicho en voz alta, no?
-No te guardes nada para ti.-Murmuró.
Me quitó el sujetador y amasó mis tetas con ganas. Jadeé. Luego se llevó un pezón a la boca y tiró de él con los dientes. A Juan nunca le habían interesado mucho mis tetas, y cuando me acosté con Guillermo no eran ni la somrba de lo que ahora eran. No pensaba que fuera una zona especialmente erógena en mi cuerpo pero cuando empezó a tirar con los dientes cada vez más del pezón sentí que podía gritar de gusto y luego darme una bofetada a mi misma por no haberle sabido antes. Él debió leer mi reacción porque se aplicó con ahínco. Me acordé de que tenía que hacer con mis manos y empecé a arañerle los brazos. No sé si quería que parase o no pero al cabo de poco perdí la sensibilidad y pude pensar más que sentir.  Le lamí el cuello, porque recordaba que eso solía gustarle, le mordí la oreja, se revolvió, yo me reí. Me harté no muy tarde después. Me quité del sillón y me bajé las bragas. Le miré con las manos en las caderas, animandole a hacer lo mismo. Él me miró con los ojos en llamas y me pareció tan cariñoso, dulce, excitado, caliente.
-Vamos, por Dios.-Le susurré.
Se levantó y me sentó en el sillón. ¿Qué haces? Me abrió las piernas y se arrodilló. Supe lo que iba a a sentir antes incluso que su boca se acercara. Eché la cabeza hacia atrás y jadee.
-¿Cómo lo quieres?
-Joder Guillermo y yo qué sé, nunca he comido un coño.
Callate, por Dios, y devuelve tu boca a donde estaba.
-Tú sabrás mejor que yo lo que te gusta, bonita.
Me recoloqué en el borde del sillón y le miré, furiosa.
-Abre y lame, y ya.
Me pareció que sonreía mientras le perdí ade vista entre mis piernas. Abrió los labios y lamió con una pasada lenta. Lo repitió varias veces y luego dio varios toquecitos con la lengua al clítoris.
-Mierda, joder.-Me revolví.
Después se volvió loco y lamió con más rápidez. Al poco volví a perder la sensibilidad. Le separé,encerrando mis dedos en los rizos de su pelo.
-Sopla. Y lento, Guillermo, lento. Y ven aquí que nis iquiera me has besado en la boca.
Se levantó y me cogió de la barbilla. Me subió la cabeza y me mordió el labio. No pude evitar sonreir. Ahora recordaba ese Guillermo cariñoso y juguetón que sabía crear intimidad. Me besó la sonrisa, y luego me cogió la cara entre las manos y me abrió más la boca. Metió la lengua y la movió hasta que perdí la consciencia del tiempo. Yo me notaba una estatua que apenas movía la lengua pero estaba sumergida en un océano de placer, incluso podía sentir la sensación salada. Cuando me di cuenta cuenta de que ése era el sabor de mi coño me eché a reír y Guillermo se separó, poniendo los ojos en blanco y sabiendo que aquéllo era lo normal en mí. Volvió a arrodillarse. Esta vez me dije que tenía que mirar. Vi cómo colocaba el dedo índice y corazón en los labios y los abría. Luego sopló, rodeó mi clitoris dos veces y empezó a lamer con intensidad pero lento. Yo me mordía la lengua para no gemir.  Mis caderas se movieron solas y empecé a cabalgarle la lengua con un único fin.
-Mete los dedos.
Metió dos dedos y los movió en círculos. Se concentró en mi clitoris y luego sopló. No lo soportaba y por mi mente gritaba todos los insultos y soeces que imaginaba. Supongo que alguno se me escaparía porque Guille sonrió y descubrió los dientes. Grité.
-¡Eso! Otra vez, los dientes, otra vez.
Y sin taparse los dientes chupó mi clitorís. Mi cadera se movió sola.
-¡Vale! Siéntate, en el sillón.
Me levanté, sintiendo como los flujos me caían por los muslos y le cogí del barzo para que se sentara. Él aún no se había quitado el pantalón. Maldecí por dentro. Busqué en el bolsillo del vestido el monedero y saqué un condón. Él ladeó la cabeza y pareció entenderme, por fin. Se desabrochó el pantalón. Me puse a horcajadas antes de que pudiera quitarse el pantalón. Le tendí el condón. Guille nos levantó lo suficiente como para poder bajarse el calzoncillo. Luego se puso el condón. Le cogí y lo puse en mi entrada. Bajé poco a poco. Creía que ya estaba toda pero Guillermo embistió y yo jadeé al sentirme tan llena. Empecé a cabalgar, probando. Los ojos de Guillermo volvieron a quemar y llevó las manos a mi trasero. Me empujó hacia él. Gemí, sorprendida. Él me cogió con más fuerza y volvió a hacerlo. Le clavé las uñas en el hombro.
-¿Otra vez?-Murmuró.
Me moví en círculos. Él sonrió y me movió de nuevo a su antojo. Yo gruñí y le cabalgué a mi manera.
-Ah no no.-Dijo, sonriendo.-Déjame manejarte un poco.
Negué. No podía hablar. Empezamos una lucha por ver quién dirigía mis caderas. Era excitante, pero cada vez que paraba un poco para acumular placer y poder correrme él se aprovechaba y me movía de adelante hacia atrás. Y yo sólo pedía un círculo más. Empecé a jadear y sudar porque aquello era insoportable. Quería gritarle que dolía, echarme a llorar y pedirle que por favor me dejara un minuto más.
-¡Sólo un poco más, joder!-Le arañé el hombro.
-Vale-Suspiró.
Me moví lentamente, hasta incluso pararme y mover sólo los musculos internos de mi vagina. El placer se perdía. ¿Qué? ¡Pero qué pasaba ahora! Se me humedecieron los ojos de desesperación. Quise tirar la toalla.
-¿Qué pasa?-Dijo, sin respiración.
-Que no logro correrme.
Él apoyó la cabeza en mi pecho. Le acaricié el pelo.
-Ven, ¿quieres que te coma un rato más?
Negué con la cabeza. Me besó los pechos. Creí oirle canturrear la canción que se oía desde la sala principal. Me invadió una paz inquietante y cerré los ojos. De mi pecho creí ver cómo salían ramas de enredadera y se colgaban de su cuello, bajaban por sus brazos, por los cojines del sofá, hasta que los dos nos enterramos entre una espesura invisible de hojas salvajes. Le puse la mano en el pectoral izquierdo y pude notar su corazón accelerado. Renuncié a mi placer y empecé a moverme cómo él me movía minutos antes. Él pareció volver a la vida y me  embistió con ímpetu.
-Ana no pasa nada si...
-Calla. No te contengas, vamos.
Me moví en busca de su placer, sabiendo que, por primera vez en años con un hombre, verle disfrutar era buscar mi propio placer. Era maravilloso cómo besaba mis pechos, mi clavícula, cómo mordía mis pezones y se mordía la lengua para no jadear. Le cabalgué con fuerza. Él se hundió más en el sillón y me acercó más a él. Con la nueva posición llegaba más profundo. Gemí.
-Inténtalo ahora.-Dijo.
Tenía la mandíbula apretada.
-Córrete, no importa.
-Ana venga.
Le besé la frente antes de reducir el ritmo y moverme en círculos. El cambio de movimiento fue impresionante y me dejó con un escalofrío que recorrió toda mi espalda.
-Vale ahora yo.-Susurró.
Volver a cabagarle rápido me hizo entender que lo que activaba mis orgasmos era el desorden del movimiento, alterar lo rápido  con lo lento. Me pareció todo un descubrimiento que a mis veinte años aún tuviera que conocer cómo se corría mi cuerpo. Pero no, yo sabía perfectamente cómo obtener placer sola, en casa, pero no era lo mismo obtener placer con los hombres. El quemor que creía insoportable no era más que un recordatorio de que si seguía haciendo lo que había hecho hasta ahora me correría al final.
Guillermo embestía con más profundidad que antes y paraba a respirar para controlarse. Me llenó el alma de ternura.
-Sólo un minuto.-Le dije.
Asintió y me moví lentamente. Noté de nuevo cómo ardía en mi interior. Quería huir y a la vez entregarme a ese dolor. Alterné las embestidas lentas con las rápidas, la profundidad con los cícrulos de mis caderas.
-Joder como no te corras ya.
-Sólo un poco más.
-¿Qué necesitas?
No pude contestar. Él embistió con fuerza. Grité.
-¿Qué necesitas?
-Que me...
Me agarró con fuerza del trasero y no me dejó moverme. No salía, sólo se adentraba más.
-¡Guillermo!
-¿Te gusta?
-Hazlo más, más...
-¿Más qué?
-Fóllame.-Susurré.
Él me mordió el hombro y me abrió más las piernas. Grité por la profundidad. No podía moverme así que apreté los músculos internos. Él gimió con fuerza.
-Ya te estoy follando, joder.
Después echó la cabeza hacia atrás y se corrió con una última embestida. Pensé que me iba a quedar a dos velas pero de repente el quemor se volvió hielo y exploté. Un placer desconocido me recorrió el cuerpo, desde la planta de los pies hasta la nuca y al llegar a mi cabeza convulsionó y se hizo tres veces mas grande. Entendí a la perfección lo que era ver fuegos artificiales.
No sé cuanto tiempo tardé en volver del cielo y recuperar la respiración. Oía de fondo cómo Guillermo se reía y decía algo que no logré entender. Me acarició los brazos y me rodeó la nuca. Me dio un beso en el pelo y luego enterró la cara en mi cuello.
-Uf.-Dije.
Él se rió.
-Sí. Sí que has aprendido.-Dijo.
-¡Eh!-Esquivó mi golpe, riendo.
Luego se volvió un poco más serio.
-Lo siento por el final, no he podido aguantarme más. Te preguntaría si te has corrido pero tu cara lo dice todo.
Me reí. Luego me levanté de su regazó. Él se quitó el condón, le hizo un nudo y lo tiró a la papelera, cerca de la puerta. Señaló otra puerta que hasta ahora no había visto.
-¿Quieres pasar tú primero?
Suponía que era el baño. Asentí porque aún no estaba en todos mis cabales. Cogí la ropa del suelo y la llevé al baño.
-Puedes pasar si quieres.-Le dije.
Él me miró con sorpresa.
-Oh por Dios, no, creo que no me recuperaré de esto por semanas. Solo una ducha, a la vez, para ahorrar agua.-Me retorcí las manos.
Él se encogió de hombros, feliz, y me siguió al baño. Abrí la mampara y me siguió. Abrí el grifo y coloqué la alcochofa en una clavija de la pared. Me moje el pelo y el cuerpo. Luego le dejé a él. Me enjaboné el pelo.
-¿Me pasas el gel?
Tantee a ciegas y lo cogí. Pude ver su risa a pesar de que tenía los ojos cerrados. Compartimos toalla porque la otra no me dio mucha confianza. No hablamos mucho, estábamos en uno de esos silencios cómodos que tan raros me resultaban pues siempre tenía algo que decir. Nos vestimos sin la ropa interior y luego me quedé sin saber qué hacer. Él me cogió de la mano y me llevó al sofá. Cogió un bolígrafo del bolsillo y agarró mi brazo.
-Este es mi número.
Escribió unos números y una carita sonriente.
-Vale.
Luego no dijimos nada más. Se tumbó en el sofá y yo me acurruqué a su lado. Estaba a punto de dormirme cuando Claudia abrió la puerta y dijo que el chringuito se levantaba. Fuimos a la puerta y subimos las escaleras. En la calle nos miramos, él volvió a enterrar las manos en los bolsillos.
-Bueno.-Dije.
-¿Quieres venir a mi casa?-Dijo, de pronto.-Vivo con unos compañeros del insti, con Juan y Alex, creo que les conoces.
-Yo...
-O si quieres puedo llevarte a casa, tengo coche.
-Yo...
-Pero me gustaría que vinieras a casa. Podemos desayunar cereales, lo siento, es lo único que tengo, y luego dormir un poco.
-Sí, sí voy a tu casa.
Tonta de remate. "Sí, sí por favor, no me abandones" Sonrió.
-Vamos, el coche está por allí. Y mira Juan y Alex ya nos están esperando.
Ni Juan ni Alex hicieron la situación violenta, sólo me abrazaron y me preguntaron qué era de mi vida desde el instituto. En el coche Guille puso The corrs y canturreó mientras Alex contaba todas las cosas que Guillermo y yo nos habíamos perdido.
-Así que,-Dijo-¿Qué estudias?
Me cogió de la mano en un semáforo y se la llevó a los labios.
-Historia.-Respondí.
Él me miró, alentándome a que dijera algo más.
-¿Estás interesado en mí?
Lo solté de sopetón. Alex y Juan se callaron. Guille se rió y me miró como si no me entendiera.
-¿Y tú en mí?
-Yo he preguntado primero.
-Claro que lo estoy, Ana, si no esta noche ni siquiera hubiera existido. No estoy jugando.
Recordé entonces que a Guillermo se le daban bien tres cosas:
Leer las mentes
Sonreír
Y ser  mi hombre de arte: columna que me apoyaba, locus amoneus en sus brazos y sujeto de inspiración erótico-amorosa.





1 comentario:

  1. Buenos días estoy tan feliz y no sé qué más puedo decir en esta vida? ¿Cómo voy a agradecer a gran hechicero lo suficiente por el buen trabajo que acaba de hacer por mí. He estado buscando un hechizo de caster por mucho tiempo, porque quiero que mi marido vuelva, pero muchas personas me dicen que son hechizos, pero no lo son. Cansado de mirar, entonces visité a un vecino y me presentó a este hombre llamado un gran hechicero DR EBHOSE y lo contacté y me hizo un hechizo por la noche y luego El hechizo me dice qué hacer y lo hice y de inmediato se convirtió en la cosa Que me dio la seguridad de que mi marido comenzará a buscarme y suplicándole que la acepte de vuelta y no estaba seguro y lo que me hace sorprender me dijo que sólo 3 días después de eso es cuando vendrá y como estoy hablando con usted ahora Mi marido volvió a mí exactamente El tercer día como él dijo y ahora estoy muy feliz. ¡El gran hechicero es muy poderoso !!!! Puede ponerse en contacto con el gran hechicero a través de este correo electrónico, ebhodaghespell@gmail.com.
    Su campo de especialización es ....

    (1) quiere que su ex atrás.
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    (7) la necesidad de asistencia financiera.
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    9) ¿Quieres ser atraído a la gente
    10) La falta de hijos
    11) ¿NECESITA UN ESPOSO / ESPOSA
    13) Cómo ganar su LOTERÍA
    14) HECHIZO DE PROMOCIÓN
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