domingo, 19 de marzo de 2017

Siete meses.

Hola David:
Ahora que han pasado siete meses desde aquella noche, y seis desde que sangré por última vez voy a decirte todas las cosas que no le quiero decir a tu Goliat porque ya sólo me permito un tipo de desnudo: el de la ropa. Ahora que tú ya no estás, ahora que tú me quitaste mi alma, mi daimon, y todas las veces que me dijiste que me reservara, que no fuera tan transparente, ahora que sólo quiero contarte mi vida, porque solo tú le das sentido a mis historias conformando a su vez otras, ahora que te digo que ya no puedo decirle a nadie esto y aquello y lo de más allá, porque las conversaciones me pesan si no están tus ojos tras tus gafas, ni tu preciosa caballera sobre ese fantástico mundo de ideas. Te digo, ahora, que los viernes siempre fueron los mejores días, que Atocha me arrastra una y otra vez hacia lo inolvidable, que mis cuerdas vocales ya no pueden decir tu nombre porque ahora eres David.
Ahora, te escribo, que ya tengo tu nombre a fuego en mi piel. Y poco me importa que tengas un enemigo, una mejor persona, porque lo que importa es que te he hecho arte, que ya no eres el hombre que conocí, si no una réplica del Goliat que siempre quise que fueras.
Ahora que me duele el pecho izquierdo y me temo de nuevo lo peor, ahora que la enfermedad me persigue, ahora que la sangre me rehuye, ahora te digo que llevo meses queriéndome confesar, a ti mi Dios, porque me encuentro más vacía que nunca. Así que aquí te lo digo todo.
Jorge casi me descubre. Me preguntó otra vez por las pastillas y yo bebí y bebí y luego huí al baño. Ya no sé cómo mentirle y decirle que sí, que hubo algo, que no me atrevo a pronunciar mi estado, que era el peor hombre con el que podía haber tenido un niño pero que por un milagroso mes existió, pero que sí que pasó lo peor que pudo haber pasado, que me dejaron sola todo un mes, que me sentí sola cuando te marchaste, que Laura me dejó sola, que mi cuerpo me abandonó, que mis miedos me inundaron, y que si solo los miedos te llenan es que estás vacía. Y lo perdí, David, me quedé y lo perdí pero antes de eso ya había decidido perderlo, ya me había obligado a tomar una decisión, Jorge me obligó a tomar una decisión, mi vida me obligó a tomar una decisión y lo hice. Tal vez si lo hubiera hecho, si sólo hubiera estado un poquito más, el hecho de perderlo sin más me dolería menos. Hoy hace siete meses. El jueves hizo seis meses desde que lo perdí. Me acuerdo mucho de él, error, no puedes acordarte de algo que no ha existido, y tal vez eso es lo que más me hace sentir miserable: el hecho de negarme una oportunidad de recordar. Así que me imagino, y sé que dolerá más en el futuro que ahora, cuando sostenga en mis brazos un bebé vivo y vea sus pequeños brazos moverse y rascarse los ojitos al dormir, cuando se remueva con fuerza en el carrito, o llore por comida o cansancio. Averigué que es un chico porque soñé con él. Nunca quise un niño. Y ahora que lo he perdido sólo quiero uno. Visité a Malvina a los días de recuperarme y me arrodillé a su lado con un ramo de margaritas. Empecé a deshojar una flor y los pétalos caían sobre la tumba. El último dijo que sí y cayó sobre la primera A de fallecida. Y entonces pense en él como un ángel del destino. Así que se llama Ángel. Sé que no me creerás, sé que piensas que tengo demasiada literatura ne mí, pero con los meses he decidido verlo de esa manera trágica. Ahora ya no pienso en el dolor, en la mancha enorme de sangre en los pantalones, en las agujas en el vientre y lo poco que andé después porque tiraba, y dolía. No, David, ahora sólo me quedo en lo que hice para hacer de un trauma una historia para contársela a Malvina en sus cartas, y resultó que la vida me dio una tregua y me enseñó un nombre. Ojalá pudiera tatuarme todos los nombres de mi vida y morir sabiendo que no tengo ninguno de ellos. Que soy como Bethsadi sin nombre dime, ignorante, con qué nombre quieres bautizarte. 
No ha sido un año especialmente tranquilo para mí. Agosto y Septiembre son los peores meses que recuerdo. Solía ser Noviembre pero ya no. El verano siempre me ha traído disgustos.
Bueno David, de repente me he quedado sin cosas que decirte. Sólo me sale decir que desde el jueves no me reconozco en el espejo. Siete meses, David. Hoy estaría con una tripa de siete meses.
Me dirás tú, David, a quién le puedo yo contar esto. ¿A Goliat? No, no desde que él me devolvió la creencia del sexo más allá del aborto.
Te echo de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario