sábado, 17 de diciembre de 2016

Vuelve a casa.

Hay un cristalito en mi ojo izquierdo que sólo me provoca hastío. Si yo fuera la reinas de las nieves y tuviera que recoger todos los cachitos de cristal que cayeron del cielo le pediría a los copos de nieve que no fueran tan brillantes ni anestesiaran el dolor con su frío. Pero el pedacito de mi ojo izquierdo ha nadado entre mis vasos y mis nervios  buceando al lugar donde debería congelarse todo sentimiento, ha contaminado la sangre y la ha distribuido por todo mi cuerpo. Ahora mi brazo derecho no reconoce la mano en la que acaba, ni ve una metáfora en el anillo de diamantes falsos. Mi brazo izquierdo no acompasa a mis piernas cuando corro de camino a la parada del autobús. Uno de mis ojos llora más que el otro porque nunca me acariciaste la mejilla correcta. Y yo moría de amor por ese gesto y pasaba las noches en vela, con esta sonrisa que no me provoca más que niñez, pensando en que podría ser la mujer más feliz del mundo sólo con mi mano derecha en tu mejilla derecha. Pero silencio. Ahora el cristal se ha enquistado en el centro de las emociones, en esta garganta mía que se hace nudo al pensarte, y me ha pedido que te diga que el silencio me está acuchillando con demasiada rápidez. Me voy a desangrar en cualquier momento y mi brazo derecho, mi mano del mismo lado, mi brazo iquierdo, mis dos piernas, y uno de los dos ojos no van a taponar la herida. Van a hacerla grande, ay tan grande, enorme, como el cielo que compartimos, como el suelo que los dos pisamos, como la lluvia que los dos bebemos. ¡Tan grande como todas esas cosas porque sólo esas cosas pueden decirse nuestras! Qué poco compartimos en vida: imagínate en muerte. Qué poco fuimos nosotros. Tú a un lado de esta vida, en el lado del rencor, y yo a este otro lado, en el del romanticismo de Dickens. El pedacito de hielo en el ojo me ha dicho muchas cosas pero hay una que grita más que todo lo demás. Que tú no serás nunca Charles, y yo siempre seré la señorita Havisham: tú morirías por amor propio , y yo elegiría morir por un solo amor. Los dos, en el fondo, compartimos más que este cielo, suelo y lluvia, compartimos el egoísmo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario