domingo, 13 de septiembre de 2015

Ballerina.

Álex está en el marco de mi ventana, medio sentado en la repisa, con la botella de Vodka que compré hace varios días en una mano, y el sexto cigarrillo de la noche en la otra mano. Se ha quitado las Vans y los calcetines y está descalzo con los pies apoyados en la repisa. Sinceramente, tengo miedo de que se caiga, aunque un buen trompazo en la cabeza tal vez le animaría un poco y dejaría de ser el joven nostálgico de ojos de sapo y cara revuelta que ahora es.
No ha dicho ni una palabra desde que corrí tras en él en el puerto. Solo se limitó a mirarme fijamente, queriendo descubrir mis más oscuros pensamientos y después, como si la mera intención de hablar rompiera la más sagrada de las leyes, me miró aún más fijamente y me dijo en silencio “Lloverá”. Y él, que sabe cómo pasan las cosas, que saben que pasan, simplemente, se cambió de arcén y caminó bajo los soportales. Y así siguieron las cosas; yo, tras él, en fila india, como primera y única niña perdida, con sus pasos resonando en la calma que precede a la tormenta, y yo detrás de él, (creo que es importante destacar que yo iba detrás de él ya que la simple situación es una metáfora de lo que me había prometido a mi misma hacer) admirando su ancha espalda sus juguetones rizos y los músculos de sus brazos en tensión. Y entonces empezó a llover. Qué inesperado. Él se giró, ladeó la cabeza y me miró de pasada. Yo me aclaré la voz y dije “Creo que ir a casa será lo mejor”. Y no sé si me entendió muy bien, o si siquiera me escuchó, el caso es que se dio media vuelta y se fue en dirección a casa de los tíos. Porque para qué tendrá él una casa, su propia cama, su baño, para qué. De adorno.
Al llegar a casa cogí el alcohol, las gominolas, las natillas sobrantes y las subí al dormitorio. Él se adueñó de la botella y rechazó mi vaso asi que lamentablemente no pude beber ni un poco, era demasiado escrupulosa.
Y llegamos al punto en el que ahora estamos. Yo sentada en el suelo, perdiéndome las vistas de la lluvia caer sobre el mar, y él en la ventana aprovechando su nostalgia para hacer de la lluvia una causa más de su tristeza. Seguimos así durante un buen rato, con el único sonido de la lluvia de fondo y el exhalar del humo de su cigarro.
-Siempre me ha gustado la fotografía.-Dice tras aclararse la voz que aún así le suena ronca y cansada.
-Ya lo sabía.-Digo.
Él gira la cabeza y me mira con los ojos fruncidos.
-No, no lo sabías.-Juega con las cortinas de la ventana.-Cuando tú viniste admiraba la fotografía. Entiéndeme bien. Antes la admiraba ahora tan solo me gusta.
-¿Admirar?-Interrumpo.
Él me mira desafiante y molesto.
-No me interrumpas.-Se coloca bien la camiseta y tira el cigarrillo por la ventana.-Aunque intentara explicártelo no entenderás el verdadero significado de admirar. Admiramos aquellas cosas que no podemos ser, que no podemos tener o poseer. Por ejemplo, tú admiras la belleza, lo he visto en ti, tal vez desde la primera vez que te vi. Admiras la belleza, porque no formas parte de ella.
Pega un trago a la botella y tose.
-Pero tu definición de admirar y la mía son diferentes. Yo admiro porque aspiro a convertirme en esa admiración y tú admiras desde el punto de vista de un mero observador. Eres una persona dogmática. Crees en lo que ves y ya está, sin discusión ni críticas. Tu percepción no es mala, pero tampoco buena.
Se lleva la mano en la boca buscando fumar pero cuando se da cuenta de que ya o tiene el cigarro hace un gesto de hastío y frunce el ceño.
-Podrías desnudarte aquí mismo, podrías posar para mí de la forma más sensual que pudieras pero ni con esas serías bella.-Suelta de forma brusca.
Levanto la mirada extrañada y furiosa y veo que él señala en el horizonte con el dedo y habla por lo bajo.
-Eso le dije a Lorena cuando llevábamos apenas nueve meses y ella me pidió que la fotografiara profesionalmente.-Ríe exageradamente y vuelve a beber.
-La verdad es que no me hubiera negado a que se hubiera desnudado-Dice aún riéndose-Pero jamás me tomaría la molestia de tomarla una fotografía. Ella no es…
Se rasca la barbilla, pensativo.
-¡Aja! No me sale decirte lo que no era, así que te diré lo que era. Era excéntrica, nerviosa, chillona, acelerada, transparente, divertida. Infinidad de cosas.-Dice con sorna.-Era todo eso, y por eso no era bella.
-¡Mira las modelos de Renoir, las bellas bailarinas de Degass! ¿Eran todas guapas? Por supuesto que no. ¿Eran todas bellas? Sí, todas y cada una de ellas.-Se remueve el pelo.
-Me odió por decirla aquello. Yo la dije “Si tanto me odias, dulzura, déjame” Y no me dejó.-Se vuelve a reír y menea la cabeza divertido.
-Soy un cabrón cuando se trata de encontrarla. Sólo ha habido una en mi vida. Y aquí me ves borracho pero aún cuerdo, pensando el modo de decirla que sea mi musa.-Se aleja de la ventana y se va a mi cama. Se tumba cual largo y descansa la cabeza bajo sus brazos.
Me levanto del suelo y me acerco a la cama. Le quito la botella de las manos, le cojo la cámara que está en el bolsillo de su camiseta y las pongo en la mesilla. Él tiene los ojos cerrados y tararea una canción que no conozco. Le levanto la cabeza y pongo la almohada debajo, aparto las sábanas con dificultad y le cojo las piernas para meterlas dentro de la cama. Después le arropo con la sábana hasta la barbilla y me siento a su lado en la cama.
-Tienes un trasero precioso, cielo.-Murmura por lo bajo.
-Duérmete imbécil.-Digo con una sonrisa en la cara.
Oigo como su respiración se calma hasta que por fin se duerme. Me voy al baño. Abro la ducha y me deshago de la ropa. Me sumerjo bajo una cascada de agua muy fría que me atraviesa y se mete debajo de mi piel. No sé cuánto tiempo estoy allí metida pero caundo noto que los dientes me castañean salgo y voy al armario en busca de la ropa interior. Y cuando la tengo puesta me giro y veo a Álex dormido, con el ceño fruncido y las manos en una posición de defensa. Va a tener una pesadilla. Me pongo una camiseta ancha rápidamente y me acerco a él.
-Álex, Álex despierta-Digo mientras le agito el brazo con fuerza.
Él se despierta confuso y sobresaltado y tarda un momento en centrar su mirada en mí.
Y entonces me digo “Ahora o nunca”
-Pídemelo, Álex-Le digo en tono suplicante.
Él me mira y veo como sus ojos adoptan un brillo especial.Se sienta a mi lado en la cama y me mira de frente. Fija sus ojos en mí varios segundos y después sin darme tiempo a reaccionar me coge de la cintura con una mano, y posa su otra mano en la nuca y me obliga a tumbarme. Pega todo su cuerpo a mi costado y entierra la cara en mi pelo mojado.
-Dilo tú.-Susurra.
-Seré tu musa.-Pronuncio suavemente.
He encontrado su palabra (musa) y la he hecho mía.
Marina me dijo una vez que siempre recordamos lo que nunca sucedió…
Hay cosas, Óscar Drai, que suceden tan rápidamente que te preguntas si alguna vez llegaron a suceder. Y luego se convierten en cosas tan trascendentales en tu vida, que pensamos, como lo hicimos tú y yo, que tal vez nunca sucedió pues es mejor pensar que las cosas empezaron por una mala razón porque así nos libramos de las culpas que nos dejan. Pensamos que nunca nos rompieron el corazón, que nunca nos engañaron los sentidos, que nunca perdimos lo que más queríamos, pensamos que nunca ocurrieron esas cosas y que esas cosas no ocurrieron en nuestro nombre porque pensar lo contrario es ¿cómo se dice? ¿irreal?

EL COLECCIONISTA DE RECUERDOS AJENOS.


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