Seamos claros. Yo te quiero agotar. Me
salen las palabras a borbotones cuando hablo de ti. Esto no es una
declaración de intenciones; para qué mentir, siempre que se avisa
de que algo no es, siempre es. Yo te quiero agotar a miradas. Ponerte
la mano en tu mejilla. Cállense los demás, déjenme que escriba
esto agusto. Que mira que no se callan. He ido a una fiesta en
Carabanchel, jahdvajajjajja. Vean la decadencia, las malas formas,
los gritos de más alto, las respuesta de más fuerte. ¿Más fuerte,
qué, cielo? ¿Quieres que te calle más fuerte, que te hable más
fuerte, que te bese más fuerte que te diga más fuerte? ¿Qué
quieres? Que yo te quiero agotar. Agotar a versos. Lo nuestro no es
la poesía, es la prosa, pero esta noche nos hemos acostumbrado a
decir frases sencillas, a las miradas sorprendidas, tyú cuando me
miras bailar y yo cuando te veo mirarme. Sigue mis caderas. Hazlo,
maldita sea. No desvíes la mirada, quiero que me sigas, que pienses
en lo que hago. Mírame. Quiero agotarte a bailes separados. Tú no
bailas, bien, pues quédate en tu esquina, pero deja que baile por
las dos. Deja que cierra los ojos e imagine que son tus brazos los
que me agarran más fuerte, ¡Más fuerte, tú, el de la música!,
eso es, déjame que piense que eres tú quien pone su barbilla en el
cuello y me susurra al oído que me mueva en círculos. Eso somos tú
yo, un maldito círculo dantesco, me sacas del infierno caliente y me
arrojas a uno frío: no sé cuál de los dos me gusta menos. Yo
quiero agotarte. Cierra los ojos. Por mí no harías esto, por mí no
harías nada más que lo imprescindible. No se preocupe, estoy bien
con eso. He aprendido a mover mejor las caderas desde que me dijiste
que sabías muchas cosas. Usted lo sabe todo. Se equivoca. Usted no
sabe que bajo y subo, y en círculos, siempre con los ojos cerrados,
imaginando que tú me miras. Ya no me pongo roja; enséñame a bailar
encima tuya. Si usted y yo bailáramos uno encima del otro no dejaría
de sonreír, ni siquiera para besarle. Recuerde que en mis páginas
usted y yo tenemos una Ginebra en común. Recuerde que estoy
bailando. Quiero agotarte. Hemos vuelto a cambiar de formalismos, me
cansan, quier verte más cercano. No sé cómo te las vas a apañar,
no sé cómo voy a poder bailar sin sentir que te dejo solo,
aprendamos, entonces, a bailar juntos en silencio. Agótame con tus
historias, dime, que escucho bien, que hago bien, que soy bien,
demasiado bien, cógeme de la mano y llévame a las escaleras. Dime
que no sabes quién soy, que te resulto un misterio. Resulta que lo
soy: no sabes desde cuándo llevo queriendo mover mejor las caderas.
Es lo único que me salva de caer a tus pies. Baila más, susodicha,
y olvídalo en las escaleras. Dile que no quieres escucharle. Sube
con otros las escaleras, susurrarle a otro que quieres moverte encima
suya. Baila más y mejor, pégate a otras barras, suda otros cuerpos,
suspira otros labios, sufre otros dolores. Tienes que decirte a ti
misma que eres libre. Quiero agotarte. Borracha. Escribo esto desde
el baño. Te he visto charlar con ella, siempre charlas con ella.
Ella es tu marca de chica. Yo sólo soy la que baila y a la que
prefieres no mirar porque al fin y al cabo somos amigos. En ese punto
estamos tú yo. Quiero agotarte, mi cielo. ¿Entiendes por dónde
voy? ¿Entiendes lo que quiero decir? Usted se piensa que estoy
hablando de bailar. Tal vez. Al fin y al cabo estamos en público,
uno no puede querer no bailar en publico. Quiero agotarte. Lloras, te
matan los tacones, lo sé, cariño, pero con los tacones mueves mejor
las caderas. Bebe más ron. Olvídate de él. No le quieres agotar.
Repítelo. Créetelo. Hazlo tuyo. Ya quiero agotarte ¿me oyes?
Baila mejor las caderas. Hola qué tal.
Cómo te llamas. No importa. Qué importa un nombre, tú sólo baila
conmigo. Mueve mejor las caderas. Ladea el cuello, deshazte del moño,
retócate el pintalabios, muérdete los labios, cógele la mano. Qué
bien baila este desconocido. Tú quieres otro. Quiero agotarte. A ti,
y a todos ellos. Lo único que quiero agotar son mis caderas al
bailar. Soy libre.
Mueve mejor las caderas, niña.
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