Álex está en el
marco de mi ventana, medio sentado en la repisa, con la botella de
Vodka que compré hace varios días en una mano, y el sexto
cigarrillo de la noche en la otra mano. Se ha quitado las Vans y los
calcetines y está descalzo con los pies apoyados en la repisa.
Sinceramente, tengo miedo de que se caiga, aunque un buen trompazo en
la cabeza tal vez le animaría un poco y dejaría de ser el joven
nostálgico de ojos de sapo y cara revuelta que ahora es.
No ha dicho ni una
palabra desde que corrí tras en él en el puerto. Solo se limitó a
mirarme fijamente, queriendo descubrir mis más oscuros pensamientos
y después, como si la mera intención de hablar rompiera la más
sagrada de las leyes, me miró aún más fijamente y me dijo en
silencio “Lloverá”. Y él, que sabe cómo pasan las cosas, que
saben que pasan, simplemente, se cambió de arcén y caminó bajo los
soportales. Y así siguieron las cosas; yo, tras él, en fila india,
como primera y única niña perdida, con sus pasos resonando en la
calma que precede a la tormenta, y yo detrás de él, (creo que es
importante destacar que yo iba detrás de él ya que la simple
situación es una metáfora de lo que me había prometido a mi misma
hacer) admirando su ancha espalda sus juguetones rizos y los músculos
de sus brazos en tensión. Y entonces empezó a llover. Qué
inesperado. Él se giró, ladeó la cabeza y me miró de pasada. Yo
me aclaré la voz y dije “Creo que ir a casa será lo mejor”. Y
no sé si me entendió muy bien, o si siquiera me escuchó, el caso
es que se dio media vuelta y se fue en dirección a casa de los tíos.
Porque para qué tendrá él una casa, su propia cama, su baño, para
qué. De adorno.
Al llegar a casa
cogí el alcohol, las gominolas, las natillas sobrantes y las subí
al dormitorio. Él se adueñó de la botella y rechazó mi vaso asi
que lamentablemente no pude beber ni un poco, era demasiado
escrupulosa.
Y llegamos al punto
en el que ahora estamos. Yo sentada en el suelo, perdiéndome las
vistas de la lluvia caer sobre el mar, y él en la ventana
aprovechando su nostalgia para hacer de la lluvia una causa más de
su tristeza. Seguimos así durante un buen rato, con el único sonido
de la lluvia de fondo y el exhalar del humo de su cigarro.
-Siempre me ha
gustado la fotografía.-Dice tras aclararse la voz que aún así le
suena ronca y cansada.
-Ya lo sabía.-Digo.
Él gira la cabeza y
me mira con los ojos fruncidos.
-No, no lo
sabías.-Juega con las cortinas de la ventana.-Cuando tú viniste
admiraba la fotografía. Entiéndeme bien. Antes la admiraba
ahora tan solo me gusta.
-¿Admirar?-Interrumpo.
Él me mira
desafiante y molesto.
-No me
interrumpas.-Se coloca bien la camiseta y tira el cigarrillo por la
ventana.-Aunque intentara explicártelo no entenderás el verdadero
significado de admirar. Admiramos aquellas cosas que no podemos ser,
que no podemos tener o poseer. Por ejemplo, tú admiras la belleza,
lo he visto en ti, tal vez desde la primera vez que te vi. Admiras la
belleza, porque no formas parte de ella.
Pega un trago a la
botella y tose.
-Pero tu definición
de admirar y la mía son diferentes. Yo admiro porque aspiro a
convertirme en esa admiración y tú admiras desde el punto de vista
de un mero observador. Eres una persona dogmática. Crees en lo que
ves y ya está, sin discusión ni críticas. Tu percepción no es
mala, pero tampoco buena.
Se lleva la mano en
la boca buscando fumar pero cuando se da cuenta de que ya o tiene el
cigarro hace un gesto de hastío y frunce el ceño.
-Podrías desnudarte
aquí mismo, podrías posar para mí de la forma más sensual que
pudieras pero ni con esas serías bella.-Suelta de forma brusca.
Levanto la mirada
extrañada y furiosa y veo que él señala en el horizonte con el
dedo y habla por lo bajo.
-Eso le dije a
Lorena cuando llevábamos apenas nueve meses y ella me pidió que la
fotografiara profesionalmente.-Ríe exageradamente y vuelve a beber.
-La verdad es que no
me hubiera negado a que se hubiera desnudado-Dice aún riéndose-Pero
jamás me tomaría la molestia de tomarla una fotografía. Ella no
es…
Se rasca la
barbilla, pensativo.
-¡Aja! No me sale
decirte lo que no era, así que te diré lo que era. Era excéntrica,
nerviosa, chillona, acelerada, transparente, divertida. Infinidad de
cosas.-Dice con sorna.-Era todo eso, y por eso no era bella.
-¡Mira las modelos
de Renoir, las bellas bailarinas de Degass! ¿Eran todas guapas? Por
supuesto que no. ¿Eran todas bellas? Sí, todas y cada una de
ellas.-Se remueve el pelo.
-Me odió por
decirla aquello. Yo la dije “Si tanto me odias, dulzura, déjame”
Y no me dejó.-Se vuelve a reír y menea la cabeza divertido.
-Soy un cabrón
cuando se trata de encontrarla. Sólo ha habido una en mi vida. Y
aquí me ves borracho pero aún cuerdo, pensando el modo de decirla
que sea mi musa.-Se aleja de la ventana y se va a mi cama. Se tumba
cual largo y descansa la cabeza bajo sus brazos.
Me levanto del suelo
y me acerco a la cama. Le quito la botella de las manos, le cojo la
cámara que está en el bolsillo de su camiseta y las pongo en la
mesilla. Él tiene los ojos cerrados y tararea una canción que no
conozco. Le levanto la cabeza y pongo la almohada debajo, aparto las
sábanas con dificultad y le cojo las piernas para meterlas dentro de
la cama. Después le arropo con la sábana hasta la barbilla y me
siento a su lado en la cama.
-Tienes un trasero
precioso, cielo.-Murmura por lo bajo.
-Duérmete
imbécil.-Digo con una sonrisa en la cara.
Oigo como su
respiración se calma hasta que por fin se duerme. Me voy al baño.
Abro la ducha y me deshago de la ropa. Me sumerjo bajo una cascada de
agua muy fría que me atraviesa y se mete debajo de mi piel. No sé
cuánto tiempo estoy allí metida pero caundo noto que los dientes me
castañean salgo y voy al armario en busca de la ropa interior. Y
cuando la tengo puesta me giro y veo a Álex dormido, con el ceño
fruncido y las manos en una posición de defensa. Va a tener una
pesadilla. Me pongo una camiseta ancha rápidamente y me acerco a él.
-Álex, Álex
despierta-Digo mientras le agito el brazo con fuerza.
Él se despierta
confuso y sobresaltado y tarda un momento en centrar su mirada en mí.
Y entonces me digo
“Ahora o nunca”
-Pídemelo, Álex-Le
digo en tono suplicante.
Él me mira y veo
como sus ojos adoptan un brillo especial.Se sienta a mi lado en la
cama y me mira de frente. Fija sus ojos en mí varios segundos y
después sin darme tiempo a reaccionar me coge de la cintura con una
mano, y posa su otra mano en la nuca y me obliga a tumbarme. Pega
todo su cuerpo a mi costado y entierra la cara en mi pelo mojado.
-Dilo tú.-Susurra.
-Seré tu
musa.-Pronuncio suavemente.
He encontrado su
palabra (musa) y la he hecho mía.
Marina me dijo
una vez que siempre recordamos lo que nunca sucedió…
Hay cosas, Óscar
Drai, que suceden tan rápidamente que te preguntas si alguna vez
llegaron a suceder. Y luego se convierten en cosas tan
trascendentales en tu vida, que pensamos, como lo hicimos tú y yo,
que tal vez nunca sucedió pues es mejor pensar que las cosas
empezaron por una mala razón porque así nos libramos de las culpas
que nos dejan. Pensamos que nunca nos rompieron el corazón, que
nunca nos engañaron los sentidos, que nunca perdimos lo que más
queríamos, pensamos que nunca ocurrieron esas cosas y que esas cosas
no ocurrieron en nuestro nombre porque pensar lo contrario es ¿cómo
se dice? ¿irreal?
EL COLECCIONISTA DE RECUERDOS AJENOS.
EL COLECCIONISTA DE RECUERDOS AJENOS.
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