domingo, 8 de enero de 2017

19 de Agosto de 1620.

Hola David
Goliat se parece cada vez más a ti. Sé que me va a decepcionar igual que tú lo hiciste. Habla conmigo de vez en cuando, sin ton ni son, y yo le hablo porque buscarle es buscarte a ti. No sé cómo van a ser las cosas de aquí a un par de semanas así que prefiero escribirte hoy y recordarte, recordarme, que ahora soy libre. Que tú y yo fuimos dos años pero que éste puede ser el doble. Así que te lo digo por aquí ya que he visto que eres demasiado romántico como para pedirme perdón. No, tú harás una historia de lo nuestro y el rencor te cegará. ¡Tuviste la poca verguenza de negármelo! Jodido David, te conozco, conozco el laberinto de tu mente, y sé que me vas a hacer una historia de traición. Sé que alguna vez una chica te preguntará qué pasó para que te fueras al lado oscuro y le confesarás que "son demasiadas traiciones juntas. Es una historia muy larga, algún día te la contaré" Mírame, sé leerte y llevamos meses sin hablar, sé ponerte voz incluso cuando has cambiado de registro, sé tus miradas y tus sonrisas y los gestos que acompañan a tu palabras. Te comerás tus palabras. Te conozco, y nadie más te conocerá como yo. Ya veremos si opinas lo mismo cuando publique la historia de Jimena. Tú, que fuiste mi inspiración, tú que eres el David prometido. 
Hace poco quise abrazarte más que odiarte. Sé que no fue el mejor de los días para ti. Sé que lo has tenido que pasar muy mal en la universidad. Sé que te habrás vuelto tímido y no habrás podido dormir por las noches. Pero estoy aquí. Fui tu mundo una vez. Visité cada continente, lamí cada trozo de tierra que me tirabas, acaricié cada vaso de agua fría que me entregaste. Fui tu paraíso. Eso lo sé yo y lo sabes tú. Fui con tus neidres, fui con tu hermana. Fui todo.
Goliat cada vez se parece más a ti. A veces desearía no haberme enamorado de ti. Haber sido ella y enamorarme perdidamente del hombre que no me va  hacer daño. Aún así insistes en derribar a Goliat de una piedra. Insistes en existir. Tengo que decirte que es injusto el daño que me has hecho pero que gracias por la experiencia. Ya me sé la lección. Me enseñaste indiferencia. Yo te quise más.

Bueno. Creo que es hora de que te cuente lo que pasó con Jorge. No me sentí suya. Me sentí utilizada. Creí que podría  no dormir con él. Creí que podría mirarle al día siguiente y seguir siendo la impermeable mujer de hierro. Creí lo que he creído con todos los demás hombres. Y sin embargo me senté a la terraza después del último beso que yo le supliqué, sin bragas y en camisón, y mi mente quiso una banda sonora. Es de mala educación no poner una banda sonora al momento en el que tu corazón se estrella contra el suelo. A veces el ruido que hace es demasiado ensordecedor así que hay que sustituirlo, hacer la caída más dulce. Me pasée por la terraza canturreando a Amaral. Cómo hablar si cada parte de mi mente es tuya, y si no encuentro la palabra exacta , cómo hablar, cómo decirte que me has ganado poquito a poco tú que llegaste por casualidad. Lo canté hasta quedarme afónica. Creo que aún seguía borracha. Y dolida. Vi amanecer pero no vi el sol. El Sol estaba a mis espaldas protegiéndole a él. La luna estaba en frente de mí. Me miraba, entera. Supe que iba  a haber un niño. Supe que tendría que abandonarlo. Supe muchas cosas. Crecí tanto esa noche. Supe que estaba más sola de lo que creía, y que había abandonado la literatura por una mentira. Laura me lo dijo una vez. Que antes yo estaba a lo mío, que antes respiraba tinta, pero luego cambié. Llegó el escocés y luego la lujuria. El olvido. Aquélla noche no recordé nada, sin embargo sentí que me olvidaba de algo. Sentí un miedo atroz. Una inseguridad tan profunda como la vida misma. Y luego llegó él, por la mañana, y no me miró a los ojos. ¿Cómo pudo hacer eso? ¿Cómo hacérselo a una inocente? ¿Porqué cambió el juego? No me miró en todo el día, David. Supe, por primera vez, lo que es sentirse nada. Absolutamente nada. Ni compasión, ni perdón, ni arrepentimiento. Fui nada. Yo era una hoguera y sin embargo para él era nada. Yo estaba llena de pensamientos, de arrebatos, de impulsos, de deseos y desordenes, y para él era nada. Pasaron cosas ese día. Fingimos. Se me da muy bien fingir que no me han preguntado qué tal. Y luego llegó la noche. Bebí mucho, David. O no. Pero sé que bebí y estaba triste. Sé que compré por si acaso y él se fue corriendo. ¿Qué te pareció, Jorge? ¿Se puede saber porqué coño preguntarle a ella y no a mí? ¿Porqué a ella? ¡Era yo, tenía que ser yo, lo correcto era yo, a mí! Lo hizo mal, David, Jorge lo hizo fatal. Y sin embargo ahora su dolor está en calma como una balsa. Sé que algún día la indiferencia explotará por su propio peso cuando otro hombre sea bueno conmigo. Entonces pensaré en la injusticia. Entonces le odiaré con más fuerza. Aquélla noche me dejaron sola. Entonces recordé. Recordé por culpa de Jorge. Recordé no por el hecho de haber follado, si no por el vacío de la mañana siguiente. Recordé el maltrato y todos los miedos salieron de nuevo, como si aquéllo fuera la caja de Pandora. No estoy orgullosa de mis lágrimas esa noche. Pero cuando te das de frente con un recuerdo que has olvidado, cuando recuerdas que te dejaron absolutamente sola, cuando recuerdas lo que era temer a un hombre entonces todo se vuelve en tu contra. Lloré hasta la desesperación.
Te acuerdas de que te conté mi secreto ¿verdad? Lo que pasó cuando era niña. Te conté que al principio lo olvidé y que no fue hasta años después cuando lo recordé. No te dije que los recuerdos eran muy difusos. Que recordaba cosas sin sentido. Bien. El día siguiente de perder mi virginidad recordé que no era virgen. Nunca le he dicho a nadie que me sentí poca mujer cuando no sangré, y que menos mujer cuando no me dolió lo más mínimo. Ahora sé porqué no me dolió. Pero esa es otra historia ¿verdad? esa historia que no te conté porque no la recordaba pero ahora ya sí.
Tengo miedo del sur de un hombre. Un miedo que me paralizó tanto que fingí ser igual que siempre.
Asi que, supongo que a pesar de todo, tú estarás interesado en tu enemigo. Goliat.
Soy de Goliat. Nunca fui de Jorge. Pero soy de Goliat porque su sur no me da miedo. Soy suya igual que alguna vez te pertenecí. Es el primer hombre desde que me supe otra.
Ojalá no te hubiera contado nunca mi secreto. Porque de lo que más me arrepiento de aquél día fue de la necesidad de tus palabras, y la formulación de una historia tuya que me calmase.
Te pienso, muchísimo.

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